29 de mayo de 2020

Día 77

Una de las consecuencias de la autocensura provocada por la corrección política, la constante etiquetación de ideas y opiniones (para meterlas en un mismo saco y así poder archivarlas en uno u otro bando) y el miedo a ofender (o más bien, a que nos rechacen por haber ofendido) es que cada vez que opinamos, analizamos o criticamos algo, sentimos la necesidad de criticar también su (supuesto) contrario, aunque la equiparación sea absurda o no venga a cuento en ese momento. También está la variante exculpatoria previa: declarar que no somos sospechosos de subjetividad, que lo nuestro es una crítica objetiva, apolítica, neutral, como si eso fuera posible. Aquello de "Está mal que Fulano robe patatas, pero también que Mengano coma patatas todos los días". O la excusatio non petita: "Yo nunca he votado a (añadir cualquier partido político) pero creo que tienen razón cuando dicen que bla bla bla". Muy positivo todo para el intercambio productivo de ideas, para el debate público, para la autocrítica, en fin, para todo lo necesario en una democracia sana.