15 de junio de 2009

Sobre el arte

Al menos en apariencia, nunca como hoy han convivido con tal promiscuidad los lenguajes, los estilos más dispares, las propuestas más contradictorias y atrevidas. Todo parece estar permitido y, paradójicamente, nada toca el núcleo de la sociedad en la que se crean y digieren dichas obras: el arte resbala sobre la piel de su tiempo sin dejar más que pasajeras huellas en efímeras modas velozmente expulsadas de la circulación por sus nerviosas sucesoras.

Los grupos mediáticos disponen no sólo de las factorías de producción artística, sino también de los santuarios de su canonización: detentan los codigos del gusto.


Ambos fragmentos pertenecen a El novelista perplejo, título de una charla que Rafael Chirbes dio en Lyon hace años y que sirve también como título para el volumen que Anagrama editó en 2002, y en el que se incluyen otras cinco charlas pronunciadas por el escritor valenciano y unos cuantos escritos sobre diversos autores. Uno de esos libros que nos mejoran como animales pensantes, y que nos abre caminos para aprehender y comprender lo que el arte, y en especial la narrativa, nos ofrece.

8 de junio de 2009

La insoportable levedad de ser un escritor desconocido (y sus consecuencias)

Está muy bien eso de la literatura, pero con los 450 euros que gané con mi primera novela no se vive. Lo dice Carlos Herrero, un escritor madrileño de 34 años con dos libros publicados en la editorial Barataria: Prosperidad, su primera novela, y Cuentos Rotos, que ha presentado recientemente en la Feria de Libro de Madrid. A la anterior frase, añade en la entrevista que le han hecho en El País: Creo que voy a dejar de escribir. ¿Un Bartleby obligado? Esperemos que no, que pueda resistir.

Deseos (casi) veraniegos


No estaría mal ser una de esas dos sombras. O el que hace la foto.

7 de junio de 2009

Servidumbres

Escribe Javier Marías en su artículo dominical en EPS:

La frase en cuestión es a menudo rematada por otra similar, pero aún más explícita: “Las personas pasan, las instituciones permanecen”, como si estas últimas no fueran, desde la Iglesia hasta el Athletic de Bilbao, obra e invención de las personas, y en realidad no estuvieran al servicio de ellas, sino al revés. Lo cierto es que a lo largo de demasiados siglos se ha logrado hacer creer eso a la gente, que todos estamos al servicio de cualquier intangible y que somos prescindibles en aras de su perpetuidad. No es, así, tan extraño que esas afirmaciones categóricas y vacuas gocen de tan magnífica reputación, ni que quien deja de suscribirlas sea tenido por un apestado. ¿Cómo, que no está usted dispuesto a sacrificarse por la empresa, Fulánez? ¿Un soldado que no se apresta a morir por su país en toda ocasión? ¿Un revolucionario que no delata a sus vecinos? ¿Un fiel que pone reparos a hacerse saltar por los aires si con ello mata a tres infieles? ¿Un creyente que no abraza el martirio antes que abjurar de su fe? ¿Un futbolista que no rechaza una jugosa oferta económica para seguir con el club que lo forjó? He ahí ejemplos de un egoísta, un cobarde, un desafecto, un traidor, un apóstata, un pesetero. El que no pone algo por encima de sí mismo, de las personas y de sus afectos sólo se hace acreedor al insulto y al desprecio.

Se refiere a esa frase que consiste en anteponer un ente superior a la expresión “…está por encima”. La Iglesia está por encima de eso, la Patria está por encima de eso, etc. El caso es que, igual que otras veces estoy en desacuerdo con muchas opiniones de Marías, en esta ocasión me parece acertada su reflexión en este párrafo sobre algo que entronca con las palabras que escribió Gombrowicz:

No es una gran cosa tener ideales. Lo que sí es una gran cosa es no incurrir en nombre de unos grandes ideales en unas pequeñas falsedades.

6 de junio de 2009

El principio de un gran comienzo

Relucían como joyas si uno los contemplaba desde lejos, y la verdad es que, en la distancia, llegaron a deslumbrarme. Luego, cuando me acerqué a ellos, descubrí que su brillo era el de los cristales rotos. Supe que me habían atrapado, porque también yo me había empezado a resquebrajar.
En la lucha final, Rafael Chirbes, 1991.

Y continúa así todo el primer capítulo. Desde luego, con un principio así lo mejor es usar sombrero. Ya sabéis, para poder quitárselo.


Diálogo


- Cuando yo tuve por fin un orgasmo, mi médico me dijo que no era el adecuado.
- ¿Tuviste uno no adecuado? Yo nunca he tenido uno así. El peor que tuve fue uno que me costó dinero.

Manhattan, Woody Allen, 1979.