24 de diciembre de 2016
13 de diciembre de 2016
Estreno mundial
Bienvenidos a Turistia, el futuro ahora. Un viaje a través de un país ficticio en el que todos colaboramos para hacer de nuestras ciudades-turismo el destino más visitado del mundo cada año. Un destino en el que tú eres el protagonista. Aquí podrás acceder a todo el entretenimiento que desees, incluidas decenas de experiencias exclusivas que te harán disfrutar como nunca antes. Los ejecutivos, fabricantes y solidarios de Turistia Corporation te deseamos una feliz estancia. Esperamos que este sea el viaje que nunca te atreviste a soñar. Nosotros lo hemos imaginado por ti.
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21 de noviembre de 2016
Presentaciones
Ya tenemos cerradas dos presentaciones de TURISTIA:
SEVILLA
Miércoles 21 de diciembre - 20:30h
En Gallo Rojo. Factoría de creación
Con Iván Vergara de Editorial Ultramarina Cartonera & Digital, el escritor Salvador Navarro y Fran Arjona
VALLADOLID
Jueves 29 de diciembre - 19:30h
En Beluga Beluga
Con el músico, escritor y profesor de literatura Ricardo González Paunero -Ricardo GPau
SEVILLA
Miércoles 21 de diciembre - 20:30h
En Gallo Rojo. Factoría de creación
Con Iván Vergara de Editorial Ultramarina Cartonera & Digital, el escritor Salvador Navarro y Fran Arjona
VALLADOLID
Jueves 29 de diciembre - 19:30h
En Beluga Beluga
Con el músico, escritor y profesor de literatura Ricardo González Paunero -Ricardo GPau
Ilustración de Antonio López: yo mismo "turistizado"
21 de octubre de 2016
Tenemos novela
En apariencia, el acontecimiento literario del año es el Nobel de Bob Dylan. Pero en realidad, la noticia que marcará el 2016 es esta:
TURISTIA ya tiene un barco en el que emprender viaje.
El barco lleva por nombre Editorial Ultramarina Cartonera & Digital. Y tiene un capitán, Iván Vergara, al que nunca podré agradecer lo suficiente la confianza que ha puesto en mi historia.
Será mi tercer libro, mi primera novela.
Como dije cuando terminé de escribirla, más contento que un perro sin correa.
Seguiremos informando.
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20 de octubre de 2016
Marathon woman
Kathy era una veinteañera aquel invierno de 1967. EEUU había pasado del
hombre del traje gris a la televisión en color, de Corea a Vietnam, de
la cadena fordiana a la revolución publicitaria, de la propaganda
política a la seducción mediática, del puritanismo autoritario al amor
libre y a todo el sexo, la droga y el rock&roll que uno fuera capaz
de liberar durante la fantasía patrocinada por Volkswagen y Coca-Cola.
El asesinato de Kennedy aún pesaba en el alma de una
nación dividida que había mandado a tres hombres a la luna al tiempo que
en la tierra se resistía a otorgarle derechos civiles a cientos de
miles de personas. Kathy Switzer tenía 20 años por entonces. Y un plan que pocas personas conocían... SEGUIR LEYENDO
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5 de octubre de 2016
El Dios negro de Girona
Cuando Darryl Middleton debutó en la ACB, yo estaba en
6º de EGB. Aún quedaban un par de años para que empezaran a interesarme
las chicas, mi asignatura preferida era soci (aquel libro azul
con un cuadrado de colores) y uno de mis sueños era tener una canasta en
casa, como esos chicos que veía en las películas americanas. Ahora que
han pasado dos años desde que Middleton jugara su último partido en
España, llevo casi tres lustros con la mujer de mi vida, las clases las
doy yo y no tengo canasta en casa (aunque la tuve). En definitiva, me
hecho un hombre, bueno o malo, mientras este tío se partía la cara en
las pistas de toda España y media Europa. Y es que hablamos... SEGUIR LEYENDO
7 de septiembre de 2016
La importancia de llamarse Calderón
Faltan cinco segundos y cuatro
décimas para que termine el partido por el tercer puesto en los Juegos
Olímpicos de Río. Sergio Rodríguez acaba de meter dos tiros
libres que ponen uno arriba a España. Tiempo muerto y balón para Australia.
Andersen se lía en la reanudación, con la imprescindible ayuda del manoteo de Ricky Rubio, y la selección se lleva la medalla de bronce que sabe a
gloria. Los dos bases españoles fueron los protagonistas de aquellos últimos
segundos que ya son parte de la historia del baloncesto español. Pero había
otro base más en el banquillo, un tercer hombre que sabía que aquel final de
infarto era también el final de su carrera con la selección nacional. No había
jugado ni un solo minuto en el partido, pero nadie escuchó una queja que no
hubiera sido lógica (el partido no dio pie a nostálgicas despedidas) ni
coherente con la carrera de un tipo que siempre puso por delante el equipo.
Como hacen los buenos bases. Y José Manuel Calderón ha sido uno de los mejores.
Salvo algunas excepciones obligadas
como consecuencia de inoportunas lesiones, ha sido el entrenador en pista de
esa generación de Oro que empezara a asombrar al mundo en Lisboa (él no ganó
aquel mítico oro al perderse el campeonato por culpa de una de esas lesiones,
pero si estuvo en el Europeo de la categoría que se ganó un año antes en Varna).
Calderón es el más pequeño del grupo, el menor de la generación que tantas
alegrías ha dado –y sigue dando- al baloncesto español. Ya fue el base de la
selección en el Eurobasket de Suecia en 2003, que supuso su confirmación y la
de Pau Gasol, Navarro y Felipe Reyes al frente de un equipo que consiguió la medalla de plata.
Trece años después de aquella final contra Lituania, Calderón ha ganado su
última medalla con la selección en Río de Janeiro, un bronce que el de
Villanueva de la Serena ha vivido de una forma diferente a la acostumbrada:
desde la cruel pasividad a la que obliga el banquillo. Pero hablamos de un tipo
que no gasta vanidad y así lo ha demostrado día tras día a lo largo de los
pocos minutos que le ha puesto Scariolo
en pista. Pero es sobre todo fuera de ella donde Calderón, o mejor dicho, Jose
(sin tilde), habrá dado lo mejor de sí mismo. Allí donde los más jóvenes, los
menos expertos, necesitan la ayuda de un veterano con casi doscientos partidos
en sus gemelos.
El Mundial de Japón de 2006, el
único que ha ganado la selección española de baloncesto, será recordado por la
ausencia de Pau Gasol en la final, por la derrota de EEUU con Grecia en la primera
semifinal o por el triple fallado por Nocioni
en la otra semifinal entre España y Argentina. En aquel encuentro, clave para
el campeonato, Sergio Rodríguez fue protagonista destacado saliendo desde el
banquillo para liderar un parcial que nos volvió a meter en un partido del que
nos estaban sacando Ginobili, Scola y compañía. Otras de las claves
fueron los triples de Garbajosa, que al fin entraban tras la sequía en cuartos
de final, y cómo no, los 19 puntos de Pau hasta el momento de su lesión. ¿Pero
quién metió el tiro libre que colocó la ventaja definitiva en el marcador? José
Manuel Calderón. El extremeño, que venía de su primera temporada en la NBA, recibió
la falta en cuanto pasó el medio del campo; los argentinos querían la última
bola. Calderón podía colocar dos arriba a España, pero el primer tiro libre se
salió de dentro. La tensión era terrible. La cara de Pau en el banquillo
expresaba el sentimiento de una afición y un país que ya se veían en la final.
Calderón botó y botó, y volvió a botar, hasta tres veces. Y el segundo tiro
libre entró para poner el 74-75 que nos dio el pase a la final de un campeonato
del que el 8 de la selección salió con el conocido apodo de Mr. Catering. Se lo
puso Andrés Montes, por supuesto. Y Calde
lo ha llevado con orgullo desde entonces hasta que el pasado 21 de agosto
decidió poner fin a su trayectoria con la selección después de ocho medallas y
193 partidos.
No todo han sido buenos momentos en
esa trayectoria. No pudo jugar la mítica final de Pekín en 2008, ni el
Eurobasket de Polonia al año siguiente, ni el Mundial de Turquía en 2010. Pero
siguió trabajando, consciente de que volvería a llegar su momento. Y llegó un
año después metiéndole 17 puntos a Francia en la final del Europeo de Lituania,
frente a Tony Parker. Calderón estaba de vuelta. En los años anteriores, los
más difíciles de su carrera, había conseguido quedarse a diez lanzamientos del
récord de la NBA de tiros libres consecutivos sin fallo, que llegó al final en
enero de 2009, después de 87 tiros libres anotados. Casi diez meses resistiendo
la presión mediática que suponen este tipo de récords.
A lo largo de todos estos años,
Calderón ha sido para la selección un continuo acicate para no relajarse nunca.
Una de las claves para dar ese paso que diferencia un buen equipo de un gran
equipo: el trabajo, la insistencia, la humildad en el día a día. Le recuerdo
declarando en más de una ocasión que lo importante siempre es ganar cada cuarto
al rival, es decir, seguir trabajando hasta el final, no despistarse, ese ir
partido a partido que tantos otros han seguido como filosofía. Imposible ver un
tiempo muerto de la selección sin Calderón hablando, dando instrucciones,
ofreciendo consejo. Siempre ha sido uno de esos jugadores que tienen el juego
en la cabeza, que llevan la dirección en la sangre.
Todos le echaremos de menos. Echaremos
de menos cada verano su gesto tras meter un triple, sus penetraciones a
canasta, su manera de flexionar y bajar el culo para defender al base rival, o
esa manía compartida por muchos de sacarse el protector bucal. Que vaya bien en
los Lakers, se lo merece. Será su sexto equipo en la NBA. Pero vaya como vaya a
partir de ahora, Calderón lo habrá intentado, lo habrá dado todo, dentro y
fuera de la pista. Así es como ha conseguido ser uno de los mejores bases que
la selección ha conocido, uno de esos líderes imprescindibles en todo vestuario.
Así es como ha conseguido hacerse un hueco en el corazón de los aficionados
allí por donde ha pasado. Y así es como se lo hemos contado, que decía aquel.
17 de agosto de 2016
Londres 2012, la final de la marmota
Tras
la ilusionante desilusión de Pekín ocho años antes, Londres se planteó para
muchos como la revancha necesaria. Estados Unidos acudía a Londres con un
equipazo y una nueva estrella en el firmamento, Kevin Durant, dispuesto
a demostrar que nada tenía que envidiar a Lebron
James y Kobe Bryant. Pero esta
selección española tiene una característica que sólo tienen los grandes
equipos: se crecen cuanto mayor es el poderío del rival. Y así sucedió de nuevo
aquel 12 de agosto de 2012 en el North Greenwich Arena londinense, ante más de
trece mil espectadores que volvieron a vivir en directo un duelo que ya se ha
convertido en un clásico de las finales olímpicas.
Habían
cambiado algunas cosas desde 2008. En lo político, Rajoy había ganado a Rubalcaba
la pelea por la presidencia del gobierno meses después de que surgiera el
movimiento 15-M en la madrileña Puerta del Sol, año 2011. Montoro había puesto en marcha su “regularización de rentas y
activos”, amnistía fiscal para los de la Logse. Urdangarín había pasado de Duque empalmado a imputado, al tiempo
que Jaume Matas era condenado a seis años por delitos de diversa realeza y Rato dimitía como presidente de Bankia.
Todo muy entretenido y acompañado de estrenos como Lo imposible de Bayona, Django desencadenado de Tarantino
o Argo (pero poco) de Ben Affleck, sin olvidarnos del acontecimiento que marcó aquel año a
nivel mundial: el tercer álbum de estudio de Justin Bieber, Believe. Que era precisamente lo que
sentíamos todos respecto a la selección española de baloncesto cuando se
enfrentaba a EEUU. Justin, así, como hermeneuta de lo real, como intérprete del
sentir general. Cuatro años después de Pekín, se podía ganar. Sólo había que
creer.
España
venía de ganar dos europeos consecutivos, el segundo en Lituania para
desquitarse de la eliminación en cuartos contra Serbia en el Mundial de Turquía
de 2010 (aquel triple de Teodosic),
donde EEUU ganó el oro frente a los anfitriones. En cuanto a la rotación, ahora
teníamos a un Marc Gasol más experimentado y a Serge Ibaka, tipos fundamentales a la hora de hacer frente a selecciones
con mayor presencia física, con treses altos y una gran capacidad reboteadora. Y
en el banquillo se sentaba en esta ocasión Sergio
Scariolo, que a pesar de ser
criticado por muchos (faltaría más), sólo sabía ganar desde que se pusiera al
frente de la selección en febrero de 2009.
EEUU
llegó a la final como un vendaval, con Durant como estilete. En la primera fase
superaron todos los récords frente a Nigeria. 156-73 en el marcador, ochenta y
tres puntos de diferencia, conseguidos en parte a base de meter 29/43 triples,
diez de ellos de Carmelo Anthony, que terminó con 37 puntos. Al descanso, EEUU
llevaba 78 puntos, más de los que consiguieron meter los nigerianos en todo el
partido. Un festival que intimidaba, por mucho que los nigerianos fueran una
selección menor. Por su parte, España había resuelto la primera fase con dos
derrotas frente a Rusia (74-77) y Brasil (82-88) en la última jornada del
grupo. Los cuartos nos enfrentaron a Francia, 66-59 para los de Scariolo. Y en
semis pudimos vengarnos de Rusia apeándoles de la final clavando casi el
marcador del partido anterior, 67-59. Llegaba así de nuevo la reválida contra
EEUU. ¿Podríamos con ellos en esta ocasión? Algo ya habíamos conseguido: que a
nadie le pareciera una locura plantearse la victoria. Nos habíamos ganado el
crédito internacional cuatro años antes obligando a los estadounidenses a jugar
al límite para ganar el oro. Queríamos repetir el partido, sólo que modificando
el resultado final.
De
entrada Scariolo puso en pista a Calderón,
Navarro, Rudy y los hermanos Gasol.
Empezamos muy bien, aún mejor que en Pekín. Navarro inauguró el marcador
español con un 3+1 sobre Kobe Bryant. Las canastas estadounidenses eran
contestadas una tras otra con solvencia. Un gancho de izquierdas de Pau y otros
dos triples de un inspiradísimo Navarro (19 puntos en la primera parte) colocaban
el 12-7 que confirmaba la candidatura al oro. ¡El 4 y el 7, Damiel, el 4 y el 7!, que decía Andrés
Montes. Pau y Navarro, Navarro y Pau. Entre los dos sostuvieron en ataque las
embestidas iniciales de los pupilos de Mike
Krzyzewski, que cuatro años después
repetía presencia en la final al frente del team USA. Pero otra pareja que tal
baila, Kobe Bryant y Carmelo Anthony, querían colgarse su segundo oro. Y malo
cuando dos tipos como estos quieren algo. Malo si estás en el equipo contrario,
claro; como espectador es una delicia. Entre ambos lideraron a los
estadounidenses para imponerse en el primer parcial. 35-27. Nos esperaba otra
final con marcador alto.
El
segundo cuarto arranca con Ibaka y Sergio
Rodríguez en pista. Y España se pone
a cinco con triple de Rudy. Y a tres después de una canasta de Pau sobre un
impotente Kevin Love. Las sensaciones eran muy buenas, le jugábamos de tú a tú a un
equipazo. Y así fue hasta el descanso. Si Chandler palmeaba en ataque, Chacho
contestaba con un triple liberado. Si Kobe anotaba en suspensión, Sergio Llull clavaba un triple lateral. Si Durant corría el contrataque
como pantera desbocada, Ibaka lo emulaba en defensa taponando los caminos hacia
el nido español. Así hasta el apretado 58-59 con el que los jugadores se fueron
a vestuarios. Todo podía pasar.
El
tercer cuarto fue el cuarto de Pau. Quince puntos para él sin fallo en el tiro,
incluidos cuatro tiros libres. Canastas de todos los colores, por aquí, por
allá, otra vez por aquí pero de otra forma, y ahora un mate en estático, ahora uno
en contraataque, pero ojo que también te la meto de gancho con la izquierda. ¿Qué
más quieres, quieres más?, que le decía Chavela a La Llorona. Seguramente Chandler y
Love, los defensores de Pau, aún recuerdan con cariño aquellos diez minutos de
master class del mayor de los Gasol. Y mientras tanto, España a un punto,
82-83, a falta tan sólo de un cuarto para el final. Sólo había un problema: los
triples. Ni uno sólo en toda la segunda parte. Demasiado lastre en tiempos postmodernos.
El
último cuarto comienza a rodar con canasta fácil de Lebron bajo el aro,
contestada por una penetración de Llull. Cinco puntos seguidos de Paul ponen a
EEUU seis arriba. Nadie anota en los siguientes dos minutos, parece que empieza
a notarse el cansancio y los nervios. Rompe la sequía Marc con una canasta
marca de la casa. 86-90 y faltan seis minutos y medio. Kobe falla el triple,
pero cogen el rebote en ataque y Durant sí acierta desde más allá del arco. Tiempo
muerto en pista, y como advierte el Martín Fierro, atención pido al silencio y silencio a la atención, que voy en esta
ocasión, si me ayuda la memoria, a contarles que a esta historia le faltaba lo
mejor.
España
era incapaz de meter desde fuera. Había que defender como nunca y tirar de
garra como siempre, sacar el incansable talento de este equipo para no
desfallecer. Y eso fue lo que se hizo. Una canasta de Navarro y otra de Rudy a
la contra nos ponen a seis a falta de menos de cuatro minutos, 91-97. Carmelo
pierde el balón y Krzyzewski pide tiempo muerto. Señores, que nos la lían,
debió de decirles, o algo semejante. En
el banquillo español se volvía a creer, se seguía creyendo. Los estadounidenses
vuelven con el puñal entre los dientes y el codo a la altura del cuello. Marc
machaca para mantener la desventaja en seis puntos, pero a España le cuesta un
mundo anotar, la zona es territorio comanche. Entonces Lebron se viste de Kobe
en Pekín y enchufa un triple letal a falta de dos minutos, 93-102. La final se
escapa de nuevo. Una bandeja de Paul sentencia el partido definitivamente. Otra
vez el mismo braceo, la misma orilla. Por un momento parece que Bill Murray va a aparecer para narrar los últimos instantes junto a la
marmota. De nuevo, no pudo ser. De nuevo, medalla de plata. Y tan bien, porque
aunque la plata duela, plata se queda, que diría Justin.
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