15 de noviembre de 2021
Festival
29 de agosto de 2021
Segunda primavera
Leo en el parque mientras mi hijo duerme.
El viento me pasa las páginas, un viento que alivia ya el calor del último verano. Dicen algunos que aquí no hay primavera, que apenas dura lo que dura una feria, pero no es cierto, hay otra primavera después del verano, mucho mejor, porque alivia la vuelta de vacaciones, el temido regreso, el arranque de la temporada, el comienzo de un nuevo curso de cuadernos y bolis por estrenar, de libros por pintar, de planes viejos que buscan renovarse o morir. Este viento de naranjas verdes, de arena húmeda y sombrilla cerrada, de siluetas al sol, esta segunda primavera aligera la nostalgia del final del verano, prolonga ese final, lo estira igual que se estira mi hijo al despertarse en su silla. Me mira, se quita una mosca caprichosa de la cara, trata de coger el viento con la mano, lo huele, intenta que la ráfaga no se lleve el sueño interrumpido, vuelve a cerrar los ojos, y yo a abrir el libro.
¿Qué sueña un niño de un año?
20 de mayo de 2021
Palomas
Según venía al parque con mi hijo, me he encontrado dos palomas en una plaza. Una estaba muerta, tirada en el suelo, de lado. La otra giraba alrededor de la muerta, se acercaba por un lado primero y después por otro, la tocaba con el pico. Parecía nerviosa, preocupada, como si quisiera hacer algo y no supiera el qué.
Odio las palomas. Me dan mucho asco. No me gusta su aspecto ni el ruido que hacen ni la mierda que van dejando a su paso. Si tuviesen ideas, seguro que tampoco me gustarían. Pero he empatizado mucho con esa paloma, con la viva. Me ha dado mucha pena su aparente ignorancia, su desazón, verla dando vueltas alrededor de otra paloma muerta. Estaba como perdida. ¿Qué significará para ella ver eso, olerlo, sentir que otra de su especie no se mueve, no respira?
Me ha dado por pensar en ideologías, en leyes, en derechos, en deberes. Sí, por una paloma. Una paloma muerta.
Ese debería ser el único baremo, el límite de cualquier ideología: la muerte del otro, de un igual, por muy diferente que sea, por mucho que no nos guste su aspecto, sin importar el ruido que pueda hacer, el asco o el odio que podamos sentir. En caso contrario, los que vamos dejando mierda a nuestro paso somos nosotros. No hay que olvidar nunca que un muerto siempre deja a alguien dando vueltas a su alrededor, triste, desazonado, sin saber qué hacer. Perdido.