15 de noviembre de 2021

Festival


Me sucede lo mismo siempre después del festival, aunque vea pocas películas, como este año: me paso unos días mirando la realidad como si mi ojo fuese una cámara, todo es un fotograma, un plano, una escena, y a pesar de haber visto pocas, este año se intensifica esa sensación tras ver "La historia de la mirada", un documental de Mark Cousins basado en su propio libro.
Muy estimulante el docu, como todo lo que he visto de Cousins. Antes de empezar a verlo, se sienta una señora a mi lado:
- ¿Y entonces has visto muchas este año?
Le contesto que sólo cuatro.
- Pues mira, te digo alguna, que yo he visto más.
Y me ha recomendado cinco o seis pelis antes de que las luces se apagasen.
Me ha encantado la manera de hablarme, como si nos conociéramos de toda la vida, como si continuara una conversación empezada que hubiésemos tenido que dejar inacabada, ese "y entonces".
Amistades de festival que se quedan ahí, en la cola previa, en la oscura luminosidad de la sala, en el comentario improvisado a la salida, y hasta el próximo año.
Curiosamente, dos de las pelis que he visto tienen un hilo común que no se descubre hasta que se ve la película, la sinopsis no advierte de ello(con buen criterio): sus dos protagonistas, un hombre y una mujer, afrontan el duelo a través de una ficción que ellos mismos fabrican, una huida ficticia con la que hacer frente a la muerte de un ser querido (el director comenzó a escribir la película tras la muerte de su padre). Es lo mismo que hace un espectador que vea la peli estando en la misma situación que los personajes: usar la ficción como herramienta de evasión y supervivencia. Me ha encantado ese juego, y también haber escogido inconscientemente esas dos pelis sin saber que trataban sobre maneras de afrontar el duelo.

29 de agosto de 2021

Segunda primavera

Leo en el parque mientras mi hijo duerme. 

El viento me pasa las páginas, un viento que alivia ya el calor del último verano. Dicen algunos que aquí no hay primavera, que apenas dura lo que dura una feria, pero no es cierto, hay otra primavera después del verano, mucho mejor, porque alivia la vuelta de vacaciones, el temido regreso, el arranque de la temporada, el comienzo de un nuevo curso de cuadernos y bolis por estrenar, de libros por pintar, de planes viejos que buscan renovarse o morir. Este viento de naranjas verdes, de arena húmeda y sombrilla cerrada, de siluetas al sol, esta segunda primavera aligera la nostalgia del final del verano, prolonga ese final,  lo estira igual que se estira mi hijo al despertarse en su silla. Me mira, se quita una mosca caprichosa de la cara, trata de coger el viento con la mano, lo huele, intenta que la ráfaga no se lleve el sueño interrumpido,  vuelve a cerrar los ojos, y yo a abrir el libro. 

¿Qué sueña un niño de un año?

20 de mayo de 2021

Palomas

Según venía al parque con mi hijo, me he encontrado dos palomas en una plaza. Una estaba muerta, tirada en el suelo, de lado. La otra giraba alrededor de la muerta, se acercaba por un lado primero y después por otro, la tocaba con el pico. Parecía nerviosa, preocupada, como si quisiera hacer algo y no supiera el qué. 

Odio las palomas. Me dan mucho asco. No me gusta su aspecto ni el ruido que hacen ni la mierda que van dejando a su paso. Si tuviesen ideas, seguro que tampoco me gustarían. Pero he empatizado mucho con esa paloma, con la viva. Me ha dado mucha pena su aparente ignorancia, su desazón, verla dando vueltas alrededor de otra paloma muerta. Estaba como perdida. ¿Qué significará para ella ver eso, olerlo, sentir que otra de su especie no se mueve, no respira? 

Me ha dado por pensar en ideologías, en leyes, en derechos, en deberes. Sí, por una paloma. Una paloma muerta. 

Ese debería ser el único baremo, el límite de cualquier ideología: la muerte del otro, de un igual, por muy diferente que sea, por mucho que no nos guste su aspecto, sin importar el ruido que pueda hacer, el asco o el odio que podamos sentir. En caso contrario, los que vamos dejando mierda a nuestro paso somos nosotros. No hay que olvidar nunca que un muerto siempre deja a alguien dando vueltas a su alrededor, triste, desazonado, sin saber qué hacer. Perdido.