14 de octubre de 2010

Perfopoesía AUTÉntica

Decíamos ayer (en el anterior post) que para hacer perfopoesía se utilizan los medios que uno considere más oportunos con el fin de sacar un poema del papel o la pantalla. En el caso de Luis Eduardo Aute, que ayer actuó en el festival, estos medios se ceñían a un vaso de whisky rebajado con agua y un espontáneo cigarrillo que solicitó en mitad de la actuación.


Después de una presentación prescindible, el poeta, que al tiempo es compositor, cantante, pintor y director de cine, hace acto de presencia en la tarima de la carpa que lo acoge junto a una nutrida mezcla de gente de variada edad, todos jóvenes, eso sí, al menos si es cierto aquello de que la juventud no viene marcada por la cercanía o lejanía de la muerte, al fin y al cabo una zorra impredecible, sino por la manera en que se afronta la vida. Aute, que carga con su orondo libro, se sienta y explica que le encantan los juegos de palabras y que no sabe definir los textos que va a leer. No son aforismos, no son greguerías, dice. Pertenecen a AnimaLhada (Siruela, 2005), se le ocurrió llamarlos poemigas, y fueron escritos con la esperanza de que en algún caso alcanzasen vuelo poético, aunque lo dudo, aclara el autor con modestia, o quizás con un aplastante –e incomprensible para los demás- conocimiento de su creación, del origen y las causas de esa creación. Lo que resulta evidente son las consecuencias: risas y carcajadas continuas, producto del tremendo ingenio que emanan los juegos de palabras del poeta; y después, la reflexión, ya sea crítica, filosófica o puramente literaria, lingüística, pero siempre con el regusto del humor, con la sonrisa en la boca.

Un fenómeno Luis Eduardo, un humorista –quién iba a decirlo escuchando sus canciones, su voz grave, ajada, pesimista- atrapado en el cuerpo de un poeta. Suerte que Perfopoesía nos haya permitido disfrutarlo.