Está muy bien que
los medios envíen a los primeros espadas a París. Pero qué sucede con Raqqa,
por ejemplo, quién es el guapo que se va allí (yo no, os lo aseguro). Lo digo
porque esto ayuda a darse cuenta de la importancia de la presencia de periodistas
en zonas de conflicto. Esos periodistas son también soldados, pero de otra
guerra. Para ellos mi absoluta admiración y todo mi apoyo. No se les suele
tener en cuenta cuando se habla de víctimas, cuando son una parte fundamental en
el necesario engranaje que lucha día a día porque la mentira y el falseamiento de
la realidad no sean otra arma de guerra más, un arma que, de no desactivarse,
continuará provocando más víctimas. Y lo que es peor y más perverso: víctimas
legitimadas por esas mentiras.
Por eso es tan
importante dar toda la prioridad y los medios a los hombres y mujeres que
tienen el valor de estar donde nadie quiere estar pero es necesario estar.
Porque no podemos saber si no, en este caso, el alcance de los últimos bombardeos
franceses en Raqqa. No podemos saber si es cierto lo que digan al respecto el
gobierno francés, ruso o estadounidense y, por tanto, los medios de
comunicación, que se dedican a rebotar y expandir la información aportada por
esos gobiernos y sus ejércitos. Tampoco valdrán como prueba, por supuesto, vídeos
que pudieran aparecer de los terroristas tratando de demostrar la muerte de
civiles en estos bombardeos.
Dicen los que saben y más experiencia tienen que los
corresponsalías ya no son como antes debido en parte a la falta de financiación,
que no siempre permite mantener a periodistas preparados y expertos en las zonas
a la que son enviados, de forma que muchas veces, las informaciones responden a
las mismas carencias y manipulaciones que las ofrecidas por las agencias y el
resto de medios sin presencia en el terreno, o con presencia interesada (ahí está
la figura del “periodista empotrado”). Repito: mi admiración y apoyo a quienes
no forman parte de esta tendencia y continúan tratando de ejercer su primordial
tarea con la mayor autoexigencia, profesionalidad e independencia posibles. Y
con una valentía, ni remunerada ni reconocida en su medida, que para mí quisiera.