29 de octubre de 2010

La grandeza de lo pequeño

Ha muerto David Lagmanovich, un grande de lo pequeño, del microrrelato. Quizás ahora empiece a leerse más.

Ahí va un trío de (e)lecciones, una teórica y dos prácticas:
-El microrrelato: teoría e historia. Menoscuarto, 2006.
-Los cuatro elementos. Menoscuarto, 2007.
-La otra mirada. Menoscuarto, 2005 (antología del microrrelato hispánico recopilada por Lagmanovich).


22 de octubre de 2010

Cambada

Dícese de la frase o párrafo escritos por Julio Camba.

Hay dos procedimientos principales para dejar el tabaco: el gradual, que no da resultado casi nunca, y el radical, que fracasa casi siempre.
Del artículo Anatomía de un vicio.

Dichosos los personajes del cine mudo porque, no pudiendo expresarse en ningún idioma, eran comprendidos por igual en todos los países del mundo.
Del artículo La flauta y el trombón.

Todas las generalizaciones son falsas, esta generalización también es falsa, y si esta generalización es falsa, entonces no son falsas todas las generalizaciones.
Del artículo La razón de la sinrazón.


15 de octubre de 2010

El ansiado prestigio de la comedia

Howard Jacobson ha ganado recientemente el Booker con la novela The Finkler question. No conozco a este escritor, pero lo importante, si es cierto lo que dicen, es que es un libro de tono humorístico (sobre lo que significa ser judío en la actualidad). Esperemos que este premio -que pasa por ser el más reconocido en lengua inglesa- ayude, de alguna manera, a la literatura que pretende hacer reír sin renunciar a la seriedad, al compromiso artístico, con todo lo que este conlleva. Y cuando digo "ayudar" me refiero a darle el prestigio que no tiene, aunque quizás esta carencia afecte más a los premios y reconocimientos públicos que al lector o al espectador. Porque lo mismo pasa con el cine. ¿Por qué nos cuesta tanto otorgar la calidad de buena, con todo lo que el término tiene de vago e insustancial, a una película que nos haya hecho reír y sin embargo, no nos cuesta nada alabar una historia que nos haya hecho, por ejemplo, llorar? ¿Por qué la superioridad de lo trágico frente a lo cómico? ¿Acaso las películas de Wilder o Lubitch son peores o merecen un prestigio menor que las de Fritz Lang o Rossellini? Son caminos distintos, nada más.

UNO, DOS, TRES - Billy Wilder (1960)


NINOTCHKA - Ernst Lubitsch (1939)



ANEXO (18 de octubre): Eduardo Mendoza ha ganado el Planeta, que no es el más prestigioso en lengua española, como parece ser el caso del Booker en lengua inglesa, pero sí el que más lectores tiene (o al menos compradores). Así que buena noticia de nuevo para el humor.

Nostromo 04: Eduardo Mendoza, Humor y Literatura


14 de octubre de 2010

Perfopoesía AUTÉntica

Decíamos ayer (en el anterior post) que para hacer perfopoesía se utilizan los medios que uno considere más oportunos con el fin de sacar un poema del papel o la pantalla. En el caso de Luis Eduardo Aute, que ayer actuó en el festival, estos medios se ceñían a un vaso de whisky rebajado con agua y un espontáneo cigarrillo que solicitó en mitad de la actuación.


Después de una presentación prescindible, el poeta, que al tiempo es compositor, cantante, pintor y director de cine, hace acto de presencia en la tarima de la carpa que lo acoge junto a una nutrida mezcla de gente de variada edad, todos jóvenes, eso sí, al menos si es cierto aquello de que la juventud no viene marcada por la cercanía o lejanía de la muerte, al fin y al cabo una zorra impredecible, sino por la manera en que se afronta la vida. Aute, que carga con su orondo libro, se sienta y explica que le encantan los juegos de palabras y que no sabe definir los textos que va a leer. No son aforismos, no son greguerías, dice. Pertenecen a AnimaLhada (Siruela, 2005), se le ocurrió llamarlos poemigas, y fueron escritos con la esperanza de que en algún caso alcanzasen vuelo poético, aunque lo dudo, aclara el autor con modestia, o quizás con un aplastante –e incomprensible para los demás- conocimiento de su creación, del origen y las causas de esa creación. Lo que resulta evidente son las consecuencias: risas y carcajadas continuas, producto del tremendo ingenio que emanan los juegos de palabras del poeta; y después, la reflexión, ya sea crítica, filosófica o puramente literaria, lingüística, pero siempre con el regusto del humor, con la sonrisa en la boca.

Un fenómeno Luis Eduardo, un humorista –quién iba a decirlo escuchando sus canciones, su voz grave, ajada, pesimista- atrapado en el cuerpo de un poeta. Suerte que Perfopoesía nos haya permitido disfrutarlo.

13 de octubre de 2010

Poesía a pie de calle


¿Qué es la perfopoesía? Responde Antonio G. Villarán, director del festival: es la acción de llevar el poema fuera del papel o la pantalla usando los medios que mejor se estimen oportunos para ello. Más allá de definiciones, la perfopoesía es la poesía misma. Y en este caso, la poesía sale a la calle a buscar a sus lectores. O mejor dicho, a sus espectadores, a sus oyentes. Y esto no es más que ampliar el campo de acción de la literatura, sacarla de ese salón con chimenea y sillón orejero en el que a veces la recluimos, airearla al menos durante una semana, en la calle, allí donde reside la poesía, porque es allí donde se mueven las almas, donde vagan, donde se cruzan sin un verso que llevarse a la boca. Bienvenidas sean ideas como éstas.

11 de octubre de 2010

Impresiones

¿Puede ser comparado el periodista con un trabajador sometido a la voluntad del amo? [...] El periodista, la enorme mayoría [...], ha de vivir sometido, efectivamente, a esa tiranía [...] Poco a poco vemos que las trabas y las prohibiciones se enroscan a nosotros. Primero, nos rebelamos; después nos dejamos invadir por el desaliento; luego nos conformamos porque ya no hay más remedio, porque hemos ido demasiado lejos y no podemos retroceder [...] Y vamos tejiendo sin fe nuestra obra, dejándonos fecundar de mala gana por espíritus y convicciones en pugna con las nuestras.

Esto los escribió Wenceslao Fernández Flórez en 1916, en una de sus crónicas políticas recogidas en el libro Impresiones de un hombre de buena fe (Austral, 1964), una joya del ingenio y la sátira. A mí me parece que todo sigue igual. Y ha pasado casi un siglo.




Por otro lado, me parece curiosa la mención que hace Fernández Flórez a la obra de un periodista. En la actualidad se habla de obra si el implicado es un pintor, un fotógrafo, un escritor, un arquitecto, un director de cine. Pero no si el sujeto es periodista, con la excepción de determinados autores que de cuando en vez publican en forma de libro una recopilación de sus artículos (en la mayoría de los casos suelen ser autores más cercanos a la literatura que al periodismo, aunque publiquen con determinada frecuencia en algún medio). Es posible, se me ocurre, que algunos no perpetrasen los artículos y reportajes que perpetran si tuvieran esa conciencia de obra, si pensasen que lo que están escribiendo y publicando con nombre y apellidos –aunque el texto no comulgue con sus ideas y principios sino con los de instancias superiores- va a quedar ahí para siempre, en las hemerotecas ahora digitalizada. Pero se trata tan sólo de una ocurrencia, una impresión, que, como suele ser habitual, peca de nocturnidad. Aunque no de alevosía.

7 de octubre de 2010

Asuntos propios



El libro empieza citando a Pessoa, que es una buena manera de empezar. Después te encuentras horarios esclavos que encarcelan, una oda a la resaca, vacunas contra uno mísmo, hojas de muerto que nos hacen compañía, dudas, quimeras, niños como narcisos suplicantes de atención, la vida al final. Y luego, previo paso por Gil de Biedma y sus días escasos y laborables, encuentras el Breviario y enciendes el cigarrillo que se había apagado, presa del olvido, de la lectura. Aquí se cruzan cuatro manos en la ducha en busca de compasión, lo que tú llamas amor pero el poeta llama rutina, sumisión, dependencia, miedo a caminar solo. Piensas entonces, con el sosiego mudado en insomnio, si la verdad es un prejuicio, lo que deviene en silencio y en una llamada a los distractores de la memoria, a los amigos interesados del olvido, a los forjadores de dogmas, a los elaboradores de teorías con nuestra ciega ignorancia. Todos ellos aumentan la plaga. Por fortuna hay besos que no mienten y días de veinticuatro horas. Y memoria compartida, diálogos con sombras, bocas desnudas que no hablan de lo mismo ni de la misma forma que si estuvieran vestidas. De repente, el poeta confiesa que escribe porque conviene pensar que el azar no es el completo dueño del sueño y que ser futuro propietario de las horas bien merece el esfuerzo de llenar hojas vacías hasta la estupidez. Y nada más, para qué. Mejor aprovechar que la gente habla para guardar silencio.

ASUNTOS PROPIOS
Javier Anisa Prior
Ed. Poesía eres tú, 2010

5 de octubre de 2010

Quimera 322

No es la próxima película de Monzón. Es la última obra publicada de Vicente Luis Mora (Córdoba, 1970). ¿Es un libro? ¿Es una revista? Por lo visto y escuchado, es lo mismo que uno se pregunta al leer Alba Cromm, novela del mismo autor, de quien no he leído nada hasta el momento, con la excepción de habituales paseos por su blog. O eso creía yo hasta hace un par de días.


El número 322 de la revista Quimera, correspondiente al mes de septiembre, venía dedicado al divertido arte de la impostura literaria, que nada tiene que ver, en este caso, con determinados premios, sino con ese jugosa tarea de la falsificación y el engaño que estrecha los límites de lo que llamamos realidad (y ensancha los de la ficción, o quizás sea al revés) al tiempo que amplia nuestro sistema de alerta como lectores y como seres pensantes, cada vez más sedado gracias, entre otros muchos tranquilizantes, a esos mundos fáciles y literales de los que hablaba Sorela hace poco en Letras Libres (ver anterior post), si bien en un contexto radicalmente distinto a este y que no viene al caso.
El número me gustó, incluso más de lo habitual en algunas secciones, como el manifiesto final firmado mensualmente por Manuel Vilas y Agustín Fernández Mallo, por ejemplo. Sentí interés por los dos escritores que se entrevistaban, ambos desconocidos para mí: Lorenzo Ibaterra y Yolimar Ford-Echeverría. Respecto a la segunda, me sorprendió, en cierta manera, que la escritora no mostrase su rostro en ninguna de las dos fotos que acompañan al texto. En cuanto al segundo, busqué su nombre en google y no encontré nada. Miré en el catálogo de Pre-Textos, la editorial que había publicado el libro, según decía la entrevista. Nada. Ni rastro de Ibaterra. Me di cuenta entonces de que en la portada ponía “Ibaterra” y en la entrevista “Ibarreta”. Busqué en google otra vez, ahora con Ibarreta. Nada. Frustrado, incluso envié un mensaje por facebook a la redacción de Quimera para que me aclararan el apellido verdadero de este escritor, pues quería leer su libro de cuentos “teleoeconómicos”. No recibí respuesta, y me extrañó. Como también me extrañó la ácida reprimenda (con magnífico título) que recibía un libro de Vicente Luis Mora en la sección de críticas. Pasado el tiempo, viaje a Dublín mediante, llega a mis manos un ejemplar del Cultural, y en él leo algo que me deja perplejo. El número 322 de Quimera es una impostura literaria. Entero, desde la primera hasta la última línea. Una metafalsificación. La perfecta conjunción entre teoría y práctica Todo lo ha escrito Vicente Luis Mora, a quien ahora sí, he leído. Se ha inventado escritores (cuentistas, poetas, novelistas, ensayistas), se ha inventado libros, se ha inventado críticas, ha suplantado a colaboradores habituales de la revista (Germán Sierra, Damián Tabarovski, Vilas y Fernández Mallo). Una enorme ficción que, gracias a meses de trabajo y a la colaboración de Quimera (revista de tirada nacional, prestigiosa), se va a convertir en una de las obras más originales del año. Una creación que tiene la intención de responder, lo dice el autor, a la pregunta que tantos escritores nos hacemos (o deberíamos hacernos): hacia dónde debe caminar la literatura del siglo XXI. El propio Vicente Luis Mora reconoce que este experimento responde también a su antigua intención de hacer literatura en todos aquellos lugares que sea posible, utilizando al efecto cualesquiera formatos existentes. Intención lograda pues.
Para los que estéis más interesados en todo esto y en las relaciones entre realidad y ficción, visitad el blog del autor. En la entrada titulada El hoax de Quimera, explica el qué y el por qué de esta revista-libro que me hizo darme cuenta de varias cosas como lector. ¿Cómo puede ser posible que con esa serie de curiosidades un tanto extrañas que percibí –y como yo tantos otros lectores- mi cabeza no llegase a la conclusión de que toda la revista podía ser una impostura, sobre todo, teniendo en cuenta que el tema del número era precisamente ese, las imposturas? Y dejemos de lado la propia portada de la revista y que en la penúltima página, donde se incluyen los colaboradores de cada número, se confesase el crimen. Pero más allá de mi mayor o menor inoperancia y exhaustividad como lector en este caso (que hubiese sido más grave en el caso de que mi tarea fuese la de crítico y no la de escritor; y precisamente esto, la reflexión sobre la crítica actual, es uno de los objetivos de la obra), surgen otras preguntas. ¿Sabemos lo que leemos en realidad? ¿Somos conscientes de a qué y a quién le damos credibilidad y a qué y a quién le otorgamos nuestra confianza sin un ejercicio previo de crítica, sin un filtro personal que piense, que dude, que pruebe a mirar las cosas desde otro ángulo diferente al que se nos muestra como cierto, como verdadero, como real? ¿De verdad seguimos creyendo que una ficción –las hay que sí, claro está- sólo puede servir para entretenernos, por el mero hecho de ser ficción y no realidad? ¿Y quién me quita a mí ahora el interés por Ibaterra, un tipo que no existe, que es ficción? ¿Debería Vicente Luis Mora empezar a publicar cuentos bajo el seudónimo de Lorenzo Ibaterra?
En fin. Mi enhorabuena a todos los implicados en este número de Quimera. Ha sido un placer que me engañarais. Un placer pedagógico además. Doble placer. Y lo dejo ya, que esto empieza a parecer el anuncio de un vibrador.

4 de octubre de 2010

Busca compara imagina

Y si algo está hoy en crisis es lo imaginario. Vivimos en mundos literales, progresivamente unidos en uno solo, en los que está proscrita hasta la sugerencia de lo distinto. Con lo distinto no nos identificamos. No lo compramos. No es rentable. Y en estos prometedores comienzos del tercer milenio de la civilización occidental, ya se sabe lo que le pasa a lo que no es rentable.
Pedro Sorela, escritor colombiano.