23 de diciembre de 2014

Huxley frente a Orwell

Ahora que no paran de salir listas y recomendaciones, yo este año me quedo con la última de Dave Eggers. Adictiva e inquietante por igual. Para reflexionar sobre la transparencia, las redes sociales y el futuro que queremos construir, que ya estamos construyendo. Entre Huxley y Orwell, el autor apuesta por Huxley: el placer y el deseo también pueden empujarnos a la tiranía, incluso de manera más eficaz, por imperceptible, que el dolor y el miedo. Plenamente de acuerdo. De hecho, este fue uno de los impulsos que me llevó a escribir "Turistia": el placer, el deseo, la diversión, el entretenimiento, como elementos alienantes.

5 de octubre de 2014

Tipos de materia

Creo que en el mundo hay unas pocas personas que son buenas y unas pocas personas que son malas, pero la gran mayoría, no somos ni buenos ni malos: actuamos mal o bien en función de distintas circunstancias. Podría decirse que somos buenos y malos. Este es el tipo que más me interesa ver convertido en personaje, más que los extremos. Alguien que está deseando actuar mal pero actúa bien; alguien que actúa mal a pesar de que le gustaría actuar bien; alguien que actúa bien aquí y mal allí. Por qué cada uno de estos tipos actúa así, bien o mal, o bien y mal al mismo tiempo. En esos porqués creo que es donde hay que buscar la materia de la que están hechos los mejores personajes. O los que más me interesan y atraen. 

15 de septiembre de 2014

FIN

Novela terminada.
Casi sesenta mil palabras. Muchas horas, muchas noches, muchos ceniceros.
Más contento que un perro sin correa.

9 de julio de 2014

Qué gustito corregir la novela así.

8 de abril de 2014

Domingo de cromos



Son muchas las cosas que puede contener una caja de cartón olvidada en un trastero. Son muchas las habitaciones del cerebro que de repente se iluminan cuando esa caja se abre. El cartón se convierte entonces en tiempo. Y viajas. Viajas de verdad. En mi caso, hasta finales de los ochenta, más o menos. Hasta la plaza de Cantarranillas, en Valladolid. Volvía a bajar de nuevo por la calle Angustias, de la mano de mi padre y con un taco de cromos en el bolsillo del abrigo, junto a la hoja de papel que registraba todos los cromos que había conseguido recopilar. Y luego llegaba el “sipi” y el “nopi” y la emoción o decepción de conseguir o no el puñetero cromo que te faltaba (ya sé que algunos decíais “sile” y “nole”, pero qué le voy a hacer, yo decía “sipi” y “nopi”, no tengo ni idea de por qué). Y después llegaba mi madre y nos íbamos a tomar algo y ya comíamos, y quizás llegábamos al final del partido de baloncesto que echaban en La 2 antes de comer.
 
Todo esto porque dentro de la caja estaban los álbumes de cromos que fui coleccionando de pequeño (creo que no falta ni uno). Entre ellos hay un álbum distinto. Uno que recordaba perfectamente (aunque no en su justa magnitud) y que se llama “Monstruos”. Es para no perdérselo. Meto portada, texto introductorio y dibujo que lo acompaña, además de otras fotos. Tremendo documento, que diría aquel. 















24 de marzo de 2014

Humaredas de fin de semana




Por un lado las tertulias futboleras…

Desde mi posición ya casi “desfutbolizada”, y teniendo en cuenta la nula importancia del tema, me ha hecho gracia el chico-pataleta diga -en concreto- que ayer alguien “no estuvo a la altura”, sobre todo después de ver la altura que alcanzó él y a la que llegó Messi. Y sobre lo de que lleva cinco años aquí y ya sabe cómo funcionan las cosas, está claro que algo ha aprendido el muchacho: sabe que cuando las cosas van mal, lo mejor es desviar la atención, y como otros, cuenta con los medios necesarios para hacerlo (siempre suele haber una víctima que se lo pone fácil).  Desde este punto de vista, no entiendo que una misma persona (si pretende ser  coherente) defienda por un lado “la cortina de humo Suárez” como una evidente tapadera mediática para silenciar la indignación ciudadana y la acción gubernamental, y sin embargo, no sea capaz de reconocer, a otra escala, la de Cristiano, Ramos y compañía, que, junto a algunos “periodistas”, estarían para enviarlos a la consulta de un psiquiatra de no ser porque saben perfectamente lo que hacen. Será el fútbol, que es así. Porque la estrategia mediática es la misma y más antigua que el tabaco, sólo que en un caso aplicada a la “información” deportiva (perdón, futbolística) y en otro caso a la política (perdón, partidista); me parece evidente más allá de que sean ciertos o no los hechos puntuales que se utilizan para la descontextualización, léase la muerte de Suárez o el mucho más relevante pisotón de Busquets, inspirado técnicamente, por cierto, en el propio destinatario del, faltaría más, condenable gesto.

Y por el otro, las tertulias políticantes

En mi prescindible opinión, me parece poco práctico el debate sobre si las reformas democratizantes de la Transición debieron ser más rupturistas. Parece evidente, a la luz actual, que debieron ser más radicales, pero ¿pudieron serlo? ¿Era posible en aquel momento? Los Unos creen que sí, los Otros creen que no (posiciones intermedias pocas, ya se sabe), pero ¿es esto importante ahora, es práctica esa discusión? Los Unos dirán que había una parte no mayoritaria de la sociedad que rechazaba las reformas por considerarlas continuistas con el franquismo, y que esa parte de la sociedad fue silenciada y engullida por el mayoritario respaldo social y electoral que recibieron las reformas llevadas a cabo. Los Otros dirán que una ruptura más radical era imposible en aquel momento histórico, porque aún lo impedían los poderes fácticos en la sombra (el llamado “búnker)  y porque hubiera provocado miles de víctimas que todos temían después de una guerra y una plácida y no condenable dictadura de cuarenta años. Dirán que el miedo ahogaba en aquel momento, y que es sencillo reclamar mayores radicalismos pretéritos desde un sofá democrático, terminando por obviar, además, que algo bueno sí se hizo en la Transición, y que ahora estamos reclamando de nuevo lo que otros ganaron levantándose de un sofá aún por democratizar. Los Otros contraatacarán recordando sorprendentes postureos y simulaciones de reconversión tardía. De poco sirve, pienso.
            Sí hay un debate que me parecería más práctico, y es cómo llevamos a cabo, AHORA, YA, esa ruptura que entonces no se hizo. Porque si las discrepancias de entonces no lo permitían, según la teoría de los Unos, está claro que esas circunstancias han cambiado cuarenta años después, con lo que ese argumento queda deslegitimado. ¿Que entonces no se podía, por miedo, por ignorancia o simplemente por ideología? Bien. Hagámoslo ahora que esas circunstancias han cambiado. Hagámoslo ahora que aquella mayoría que votó y aceptó las reformas se ha convertido en una mayoría que reclama la ruptura reclamada entonces por la minoría, que ya entonces creía que aquellos barros terminarían por formar estos lodos. Hagamos ahora lo que hay que hacer. Se puede hacer y (casi) todos, creo, queremos hacerlo. Y dejemos de lado, para avanzar de verdad, si se hizo o no o si debiera de haberse hecho y cómo.
            Ya es evidente que la Transición no fue cómo nos la han pintado durante tanto tiempo y cómo nos la siguen queriendo pintar, esta es la convicción de muchos, y cada día la de más gente, que diría el otro. Pintemos pues otro cuadro ahora que ya no hay miedo (o no debiera haberlo) y la ignorancia es menor (o debiera serlo), ahora que ya no están tan presentes esos condicionamientos que para muchos impedían la ruptura radical tras la muerte de Franco.
            Pienso en aquella minoría rupturista que se vio traicionada con la transición democrática y que vio su voz tapada por el coro general que decidió aceptar la transición articulada por El Rey, Suárez, Fraga y Carrillo como cabezas de cartel (todos ellos, por cierto, considerados traidores por sus seguidores más ortodoxos), y otros como Torcuato Fernández Miranda como secundarios, o más bien, protagonistas en la sombra. Pienso si aquella minoría es equivalente con la que minoría en que tratan de convertir a todos los que salieron a la calle el sábado (más los que nos quedamos en casa) a reclamar una dignidad democrática auténtica, y que estos días posteriores ven cómo la principal consecuencia de la muerte del “primer presidente español de la democracia” (lo que convierte en no democrática a la República, deduzco) está siendo el silenciamiento mediático general de la violencia sistémica que se denunciaba el sábado en la calle, mientras que se muestra la violencia puntual, tanto policial como ciudadana, como si fuera la principal y más extendida forma de violencia. Y al mismo tiempo, debido a la muerte de Suárez y los consecuentes reportajes y biopics televisivos, se trata de inculcar de nuevo la vieja narrativa de la Transición, se trata de imposibilitar de nuevo la auténtica ruptura planteando debates pasados que nos alejan del objetivo necesario. ¿Ahora tampoco se puede, ahora también hay miedo e ignorancia? Eso pretenden, sin duda, eso pretenden siempre. Pero ya no cuela, cada día cuela menos, quiero creer. A pesar de que lo sigan intentando, como poderosos y caballeros que son. 




5 de marzo de 2014

Cuentos al borde del camino


Está siendo un viaje largo, hace más de un año que arranqué, pero ya huele a mar. Queda muy lejano, embarrado por los kilómetros, aquel último cruce en el que aún había marcha atrás. Ahora no hay elección: la novela, bien o mal, antes o después, llegará a su destino. Pero de repente, en mitad de la noche, aparecen cuentos al borde de la carretera, cuentos que piden ser recogidos, cuentos innecesarios que sin embargo reclaman la necesidad de ser escritos, aunque sólo sea para hablar un rato y establecer contacto, apenas dos frases que, una vez terminado el viaje, pueda utilizar; nunca se sabe, hay que tener notas hasta en el infierno. Aunque por otro lado, quizás no debería pararme, quizás debería seguir para llegar cuanto antes, sin obstáculos que retrasen la llegada. Además no se ve bien, hay que tener en cuenta que de noche todas las ideas son buenas; puede que mañana me arrepienta de recoger ocurrencias a deshora. Pero bueno, ya es tarde para circunloquios. He parado. He pensado que un poco de distracción me vendría bien. Un par de apuntes y ya, nada de intimar. El cuento de esta noche me ha dicho que compartíamos dirección y sentido, que apenas me entretendría. Y no era cierto, aunque tampoco mentía, ya se sabe, así son los cuentos. Me ha hecho bajarme con él, llevamos un rato bebiendo y charlando y confirmo copa a copa lo que ya apuntaba en el coche: me gusta lo que me cuenta. Tengo que decirle cuanto antes que, ahora mismo, soy monotextual. Debo seguir camino y dejarme de copas de vino. Esta noche vale, unas notas al aire las escribe cualquiera, incluso podemos llegar a las páginas. Pero ni hablar de una relación más estrecha y duradera, ni mucho menos de volver a cambiar de género aún. No hasta que termine con la novela. Ella se merece eso y más.


19 de enero de 2014



Cortometraje de Santiago Bou Grasso