24 de mayo de 2011

Algunas dudas bienintencionadas

No estoy seguro de a quién o quiénes dirigirme, quién o quiénes pueden contestarme, o cuál es el mejor lugar para plantear estas dudas. Ante la ausencia de un nombre y una organización concretos (no lo critico, lo constato) que por el momento pretendan dar una salida práctica y efectiva a todas las opiniones y propuestas (o a una gran mayoría, pues la totalidad es imposible) de los que se sienten representados por este necesario movimiento de indignación ciudadana surgido a partir del 15-M, las dudas se basan principalmente en las 8 propuestas declaradas por DRY, por dos razones: es la mayor organización implicada en el movimiento y es la más activa, por lo que yo sé, a la hora de empezar a fomentar acciones concretas como implemento del necesario y simbólico movimiento iniciado (y continuado) con las concentraciones y acampadas, algo que sin duda veo como una prioridad a partir de ahora. Eso sí: sin prisa y con pausa; no le tengamos miedo a la pausa, es sólo una breve interrupción del movimiento, y puede servir para seguir avanzando más y mejor.

Expresaré mis dudas en primera persona del plural, como parte de los indignados, no como ciudadano representado por DRY, al menos hasta que estas dudas se resuelvan. No es desconfianza, en absoluto (me encantaría que de aquí salieran medidas concretas para luchar por el cambio que reclaman, según mi lectura, 11 millones de españoles), sino afán informativo, nada más: igual que tengo claro quiénes no me representan y por qué, me gustaría tener claro qué propone y cómo pretenden llevarlo a cabo quienes podrían representarme y de hecho, parecen representar mayoritariamente (en la calle, en los medios, en las redes sociales) esa indignación col-activa de la que me siento parte desde hace tiempo. Todos a una, sí, sin suspicacias ni sospechas infundadas que generen desunión donde no debe de haberla... pero ¿qué una exactamente? Esa es mi principal duda, la que genera las demás, que son estas:

1. ¿Pretendemos regenerar el sistema político y económico o cambiarlo por otro?

2. Al declararnos apartidistas, entiendo que no compartimos las opiniones de ningún partido político actual.

a) ¿Somos conscientes de que varias de nuestras opiniones sí coinciden con las que vienen defendiendo algunos partidos –no todos parlamentarios- desde hace tiempo?

b) ¿Es definitiva la decisión de no crear un partido político que corrija los errores de los actuales? En caso afirmativo, ¿qué opciones hay para regenerar o cambiar el sistema actual, desde fuera? ¿Cómo obligar ahora, se pregunta Vicente Luis Mora en Pangea y me pregunto yo aquí, a quienes mandan que nos obedezcan, por qué canales exigirles responsabilidad como ciudadanos a unos conglomerados que no nos dirigen democráticamente?

3. ¿Qué opinión tenemos sobre el papel que tienen los medios de comunicación masivos en la legitimación, mantenimiento y expansión del sistema político y económico actual? ¿Qué proponemos para exigir que ese papel vuelva a responder a intereses periodísticos (información libre y veraz) en lugar de a intereses partidistas y/o financieros? ¿Cómo pretendemos hacer frente a la escasa libertad de expresión (no teórica pero sí formal) que existe en la actualidad debido a la censura y autocensura provocadas por la financiación de los medios y las políticas de contratación o despido que el mantenimiento de esa financiación provoca?

4. ¿Y los sindicatos? No he oído opiniones al respecto en todos estos días. Ellos son quien, con el actual modelo, negocian –bien o mal- las condiciones laborales y la relaciones entre los ciudadanos y las empresas, un aspecto esencial para la regeneración o el cambio de sistema. ¿Qué opinión nos merecen?

5. En cuanto a los bancos, los especuladores y las grandes multinacionales (y no tan grandes, que no hace falta irse a Telefónica o Endesa para ver injusticias), la opinión pública mayoritaria, según mi percepción, canaliza casi unidireccionalmente la indignación hacia los dos partidos mayoritarios o la clase política en general. ¿Tenemos intención de aumentar la crítica o la presión sobre el poder financiero, que es la raíz del problema (los partidos son sólo el medio, los títeres)? ¿Cómo?

6. ¿Y nosotros, los ciudadanos? ¿Hasta qué punto somos autocríticos? ¿Somos verdaderamente conscientes de que quizás debamos sacrificarnos y cambiar nuestra manera de vivir, incluso alguno de nuestros sueños (los más consumistas), si queremos un sistema que no genere riqueza para unos pocos al tiempo que condena a la miseria a una gran mayoría de la población mundial?


21 de mayo de 2011

Estado de malestar

Cualquier manifestación pública –artística, política o de otro pelaje- siempre provocará tanto alabanzas como críticas. Esto es evidente, inevitable y positivo (siempre que las críticas sean constructivas). Pero más allá de esto y de las diferentes propuestas que se vayan consensuando a partir de ahora, lo esperanzador de todo este movimiento ciudadano surgido a partir del 15-M, a mi modesto entender, es que da visibilidad y presencia públicas a un estado de malestar social que viene cuajándose desde hace tiempo (desde antes de la crisis). Y le da fuerzas a todo aquel que piense que otro mundo es, quizás, posible.
Ese estado de malestar es consecuencia, principalmente, de un modelo en el que el sistema político está al servicio del sistema económico, lo que limita la libre (y real) participación de los ciudadanos y nos convierte en meros productores y consumidores que no elegimos a quienes toman las decisiones que influyen en nuestra vida. Motivo más que suficiente para la indignación y la reflexión.
¿Culpables? Todos, cada uno en su justa medida. Los bancos, los especuladores, las multinacionales, los partidos políticos, los medios de comunicación, y los ciudadanos, que, no lo olvidemos, hemos dejado que las cosas lleguen hasta el punto en el que están. En este sentido, me llama la atención un aspecto de las reivindicaciones: la gran mayoría de las críticas, al menos de las que están llegando a los medios y a la opinión pública (quizás me equivoque), se concentran en los políticos, ya sea en general, como colectivo, ya sea en su forma partidista mayoritaria. Son unos de los culpables, sin duda: ellos son los antisistema y ellos son a quienes más debemos exigir porque nos representan y cobran por ello. Pero no rebajemos la labor de los demás en el camino. Los bancos, las multinacionales, los medios de comunicación, y nosotros, los ciudadanos, que con nuestro modo de vida (yo el primero, por supuesto) legitimamos, nos guste o no, el sistema que denunciamos, un sistema que, en la práctica, deja las decisiones que afectan a un mayor número de personas en las manos interesadas de unos pocos que sólo buscan el beneficio económico, por encima de cualquier componente ético y moral.
En el caso de los medios de comunicación, su responsabilidad es sangrante. Su papel es tan importante como el de los partidos políticos, sino más. Ahora llenan sus portadas y alguna que otra página con un movimiento que les sirve para aliviar la pesadez repetitiva de una campaña electoral que cada vez recibe la atención de menos ciudadanos, cansados ya de tanto teatro. Pero ellos, los medios, son parte del problema. Ellos son los que perdieron hace tiempo la responsabilidad que conlleva el oficio, una de las más grandes dentro de una sociedad que se llame democrática. No todos podemos apagar fuegos, no todos podemos juzgar a los criminales, no todos podemos dar clase, no todos podemos operar a corazón abierto. Delegamos esas y otras responsabilidades en unos tipos que se llaman bomberos, policías, profesores, médicos, etc. Es una cuestión de organización. Y con los periodistas es igual. Es evidente que las nuevas tecnologías han modificado tanto la producción como la distribución de información, pero aún seguimos viendo el mundo a través de los medios. Y en ellos delegamos la tarea de informar, analizar y criticar la sociedad en la que vivimos. Los periodistas profesionales siguen siendo –deberían de serlo- los responsables de controlar y denunciar tanto a los gobernantes como a ese poder económico que (a)campa a sus anchas. Ellos son quienes deberían darnos una base sobre la que apoyar un pensamiento crítico que destierre la inmediatez informativa y favorezca la reflexión y el análisis serio y equilibrado, sin intereses políticos ni publicitarios de por medio. Ellos son quienes deberían denunciar el sistema que les da de comer, con todo lo que eso conlleva. Ellos son los que manipulan, cuando deberían ser los denunciantes de la manipulación.
Tengo ya ganas de ver lo que pasa a partir del lunes. ¿Cómo evolucionará la indignación? ¿Será esto el comienzo (emocionante) de un gran cambio? ¿Tratarán los partidos (mayoritarios) de ignorar esa indignación una vez pasadas las municipales o lo seguirán utilizando para arrimar el ascua a su sardina? ¿Y los medios? ¿Continuarán dándole visibilidad a un movimiento que también los critica a ellos (o debería) y a quienes los financian? ¿Será posible ver una portada de El Mundo o El País con una foto a cuatro columnas en la que se vea una pancarta contraria a Telefónica o al Banco Santander, acompañada de una editorial que ataque de frente a Alierta o Botín y al modelo económico que ambos defienden? Lo veremos después de la publicidad. De las elecciones, vaya.

14 de mayo de 2011

10 de mayo de 2011

Correo

Acabo de coger del buzón unas entradas para el teatro que me ha enviado la oficina del censo electoral, pero ya he visto la obra.

7 de mayo de 2011

Recuerdos y olvidos

Es curioso cómo a veces pretendemos olvidar nuestro propio pasado (el que no nos conviene) y sin embargo, recordamos con precisión el pasado de los demás (que nos conviene).

2 de mayo de 2011

Mártires visionarios



Ojo al segundo 50... ¿Mártires o visionarios?
¿Podrá Chico Ocaña poner ahora los pies encima de la mesa del despacho oval?
¿Cambiará su nombre por el de Chico Obama?
¿Puede un lunes calificarse de "festivo"?