Se cumple un cuarto de siglo desde que Michael Jordan ganara su primer anillo de la NBA al tiempo que Magic Johnson jugaba su última final. Learning to fly, como la canción de Tom
Petty & The Heartbreakers, fue el título del documental oficial de la liga en
aquella temporada 1990/91, la primera que coronó a los Bulls tras vencer por
4-1 a los Ángeles Lakers. Hacia la mitad de ese documental, hay una secuencia
que resume la trascendencia histórica del momento: aparece un primer plano del
rostro de Magic escuchando el himno, luego la cámara desciende lentamente para
captar en su camiseta el escudo de los Lakers, que se va desenfocando poco a poco
al tiempo que se enfoca, al otro lado de la pista, la figura de Jordan. Y es
que aquella serie supuso el relevo simbólico de dos de las mayores estrellas que
ha dado el baloncesto mundial. El 32 se convertía en el 23 en un juego de
espejos que sustituía un genio por otro. En octubre de ese año, meses después de
aquella final contra Chicago y tras ganar en París el Open McDonalds al
Joventut de Lolo Sainz, Magic
anunciaría que dejaba el baloncesto. Si sus Lakers habían dominado los años 80 con
cinco títulos (por tres de los Celtics de
Larry Bird), los años 90 sería la década de Michael Jordan y sus Bulls, que
se harían con hasta seis títulos divididos en dos three-peats. La visión periférica daba paso a la ausencia de
gravedad.
Los Bulls, a fuerza de caer y volver a levantarse, ya habían aprendido
a volar aquella temporada 90/91 de la mano de un Jordan más generoso en el
juego de ataque, y se lo quisieron demostrar a todos durante la temporada
regular. El paso adelante de Scottie
Pippen y Horace Grant, junto a
la solvencia de Bill Cartwright, la
agresividad de Cliff Levingston y la
implicación de otros exteriores como John
Paxon, B. J. AMstrong y el
triplista Craig Hodges permitió al equipo
llegar a los playoffs con la mejor marca del Este, lo que les aseguraba el factor
cancha hasta la final de Conferencia. Este dato se antojaba clave para poder
vencer al fin a los Detroit Pistons de Isiah
Thomas, Dennis Rodman, Joe Dumars y Bill Laimbeer, después de tres años consecutivos cayendo a manos de
los Bad Boys. Antes de esa batalla,
los Bulls se deshicieron de los Knicks de Patrick
Ewing en primera ronda y de los Sixers de Charles Barkley en semifinales de Conferencia. En la eliminatoria
con los Knicks tuvo lugar la conocida jugada en la que Jordan, con una maravillosa mezcla
de reverso y cambio de dirección, se deshace de Charles Oakley y John Starks para terminar con un mate por encima de Ewing. Fue una de las dos maravillas más recordadas de Jordan en
aquellos playoffs. La otra fue en la final con los Lakers. Pero antes llegarían
los Pistons, otro año más. Aunque esta vez todo sería distinto. Para los Bulls,
los pupilos de Chuck Daily eran una
obsesión, la piedra con la que habían tropezado una y otra vez en el camino
hacia el anillo. Aquella eliminatoria supuso una liberación para el equipo, un
4-0 que dolió mucho en Detroit, vigente bicampeón de la NBA: los jugadores,
liderados por Isiah Thomas, se retiraron al vestuario unos segundos antes de
que sonara la bocina para no tener que felicitar a los Bulls al final del
cuarto y definitivo encuentro en Auburn Hills. Con felicitación o sin ella,
Jordan, Scottie Pippen y compañía
estaban en la final. Esperaban los Lakers de Magic, entrenados por Mike Dunleavy, que se habían deshecho
de los Blazers de Clyde Drexler y Terry Porter en la final de la Conferencia
Oeste.
Por aquel entonces, el sistema repartía los partidos 2-3-2, es decir,
dos partidos en casa del equipo con factor cancha a favor, tres en campo
contrario y, en caso de ser necesario, dos más en campo propio. El primer
partido en el Chicago Stadium comienza con nervios por parte local. Los Bulls parecen
notar su inexperiencia frente al saber estar de Magic, Byron Scott, James Worthy,
Sam Perkins y Vlade Divac, quinteto titular de los angelinos. Pero pronto empieza
a funcionar el triángulo ofensivo y los de Phil Jackson se asientan en el campo
y en el marcador, que llega igualado hasta el final del partido. Perkins había
puesto por delante a Lakers con un triple asistido por Magic. 91-92 y nueve
segundos por jugar. Territorio Jordan. Worthy le defiende, pero enseguida
recibe un bloqueo para cambiar de hombre. Ahora Jordan está con Perkins, más
lento. Michael se hace hueco con un cambio de dirección, ya tiene el tiro, pero
el balón se sale de dentro y los Lakers consiguen robar el factor cancha a los
Bulls tras un tiro libre convertido por Scott y un lanzamiento a la desesperada
de Pippen que no consigue evitar la derrota.
El segundo partido fue muy distinto. Los Bulls dominan desde el
principio y lo único que pueden hacer los Lakers es asistir a la exhibición de
Pippen en defensa (emparejado con Magic) y a la explosión en ataque de Jordan
(33 puntos y 13 asistencias), que en la segunda parte realiza su segunda jugada mítica de aquellos playoffs de
1991: en un contrataque, coge la calle central, pasa el balón a su izquierda, a
Levingston, que se la devuelve a Jordan, que penetra en la zona y se eleva para
machacar, pero entonces, en apenas unas décimas de segundo que parecen horas, Airness decide hacer honor a su apodo y
ante la presencia de Perkins, se suspende en el aire de forma que le da tiempo
a rectificar para, en lugar del mate, terminar la acción con una bandeja a mano
cambiada, con la izquierda. Una de las jugadas más espectaculares que uno haya
visto. Y un mensaje claro a los Lakers: he llegado hasta aquí, y de aquí no me
bajo hasta que consiga mi objetivo.
El tercer partido se presentaba estadístico para los Bulls: nunca
habían ganado en playoff en el Fórum de Los Ángeles. El encuentro transcurrió
similar al primero, con el marcador igualado hasta el final. Esta vez fue
Divac, con un 2+1, quien colocó a los Lakers dos arriba a falta de… segundos.
De nuevo Jordan tenía el último tiro en su mano. Y esta vez el balón quiso
entrar, forzando la prórroga. En el tiempo extra, los Bulls ganaron por ocho y
recuperaron el factor cancha. Pero no lo necesitarían. El cuarto partido fue un
paseo, “Nos han dado una paliza”, declaraba Magic en rueda de prensa tras el
82-97 que dejaba a los Bulls a un paso del primer título para la franquicia
después de un cuarto de siglo de existencia. Los de Phil Jackson se mostraron
serios, eficientes, agresivos, todo lo que les faltó a unos Lakers que parecían
quedarse sin energía delante de los mismos espectadores que les habían visto
correr la cancha en los años del showtime. Y así, llegó el quinto partido, el
que sería definitivo.
Los Lakers aguantan el empuje de Jordan y los suyos
en la primer parte, uno arriba al descanso para los angelinos, que aún sueñan
con remontar la final. Pero los Bulls no quieren volver a Chicago, se sienten
capaces de ganar tres partidos consecutivos en el Forum. Parece que van a
escaparse en el marcador en un par de ocasiones, pero la insistencia de Magic y
la sorprendente aportación de los rookies Elden Campbell y Tony Smith llevan el
partido al 80-80 al final del tercer cuarto. Los Lakers parecen perder fuelle de
nuevo mediado el último periodo, pero los Bulls no terminan de rematar. Con
91-90 para los locales, Jordan se llena de balón y suma otra pérdida. Tiempo de
muerto de Phil Jackson. El tiempo muerto del famoso “Who´s open?”. Parece que
Jackson, viendo la defensa (im)presionante sobre Jordan y el empecinamiento de
este, habría preguntado aquello de “¿Quién está sólo?”. Y el que estaba solo
era Paxon. Jordan lo reconoció, lo tuvo en cuenta y Paxon anotó diez puntos
consecutivos que llevaron a los Bulls hasta el 101-108 que daba a la franquicia
su primer título de la NBA. Todo un reflejo del cambio de mentalidad de Jordan,
influenciado por un Phil Jackson empeñado en inculcar a su estrella la dosis de
compañerismo necesaria para ganar un campeonato y convertirse en uno de los
mejores jugadores de todos los tiempos. Jordan, MVP de la temporada regular, fue
escogido también jugador más valioso de aquella final. Fue su primer anillo, el
comienzo de una era que se vería pausada después del tercer campeonato
consecutivo en 1993, cuando Jordan se retiró tras la muerte de su padre.
Volvería en 1996 para ganar otros tres anillos y otros tantos MVPs, superando
así a Magic en ambos apartados. Aunque para muchos, el debate sobre quién fue
mejor sigue ahí. De lo que no hay duda es de que ambos forman parte de ese
olimpo de los dioses que todos los aficionados veneran, y son la razón de que
tantos se enamoraran de este deporte en los años 80 y 90, al ritmo de los pases
sin mirar de uno y los vuelos sin motor de otro. Larga vida a ambos.