14 de noviembre de 2009

Cuento y novela

Texto prestado de la introducción que escribe Fernando Iwasaki (titulada Por qué escribo relatos o para cuándo una novela) para su libro de cuentos Un milagro informal (Alfaguara, 2003):

...estos años de creación rápida y comida literaria me sugieren símiles alimenticios: la novela puede ser poco hecha y el cuento debe estar bien cocido. La novela siempre engorda y el relato suele tener las calorías justas. La novela una vez abierta aguanta muy bien en la nevera y el cuento tiene que consumirse de inmediato. La novela lleva conservantes y el relato es pura fibra. La novela siempre consiente una recalentada, mientras que el cuento -como la película- «sólo se fríe una vez» [...] La novela quita el hambre y el cuento abre el apetito.

Recomendación:


Microcuentos que abren el apetito de la inquietud y el desasosiego. Un brillante homenaje a la literatura de terror.

10 de noviembre de 2009

El asesino difuso

- ¡A la mierda vos y las estadísticas! ¡No tiene ningún motivo para matarse!
- Razones para suicidarse hay a puñados, pero eso no es lo que importa: lo que importa es que tenga ganas de vivir...


El diálogo es de Martín (Hache), y estos son algunos de los motivos para seguir viviendo que aporta Aristarain en un texto titulado Sobre la escritura, del que se extrae la lista - titulada El asesino difuso- que escribe Martín para Hache cuando, engañado por Dante, piensa que ha querido suicidarse:

Por curiosidad: por saber qué pasará mañana y cómo será uno mañana.
Por el asombro que provoca ser el mismo, pero distinto, cada día, día a día, año a año.
Por la Aventura de pensar.
Por el placer de imaginar historias, de vivir vidas imaginarias, de seducir y cautivar a los demás haciéndolos vivir otras vidas si uno tiene el talento para contarlas.
Por conocer lo indescifrable del amor a los hijos.
Por convivir con el pánico que provoca el saber que el sentimiento es irracional.
Por las mujeres y los hombres que uno conocerá y amará.
Por el placer de comer y beber con amigos y amantes.
Por amanecer en los bares, bebiendo y filosofando.
Por elegir libremente los principios que le marcarán a uno la conducta que debe seguir.
Por pelear para defender esos principios.
Por contemplar el desconcierto y la ira de los hipócritas cuando descubren que uno pelea en serio y que no está dispuesto a pactar.
Por el placer de ver cómo aumenta el desconcierto cuando, entre una importante cantidad de dinero y los principios, uno elige sin pestañear los principios.
Porque hay libros que no se han leído, películas que no se han visto y, lo que es lo mismo, gente que aún no se ha conocido.
Porque esta lista puede ser más larga [...], cada uno puede buscar, inventar, tener y enumerar distintas razones.


Otra escena de la película:






26 de octubre de 2009

Otro cuento chino

Hace muchas noches fui una mariposa que revoloteaba contenta de su suerte. Después me desperté, y era el filósofo Chuang-Tzu. Pero, ¿soy en verdad el filósofo que recuerda haber soñado que fue una mariposa o soy una mariposa que ahora sueña que es el filósofo?

22 de octubre de 2009

Mejor será reírse...


Muy divertida la crítica "acompasada" de Ángeles y demonios, la novela de Dan Brown, que escribe Clandestino Menéndez en sus Cuadernos críticos (Literaturas.com). Dejo aquí el enlace... y un pequeño avance:

...leo que los tres libros o autores de referencia para Dan Brown son Shakespeare (ya), Steinbeck (ya también) y "The Elements of Style"(Elementos del estilo), porque (y esto lo dice el escritor actualmente más vendido), "¿quién es capaz de recordar todas las reglas gramaticales y de puntuación?"...

...ciertamente le entra a uno el pavor; no porque los malos quieran cargarse el mundo, que, al fin y al cabo, al precio que está todo, casi mejor, sino al ver con qué toscas escenas, atmósferas pueriles y diálogos que avergonzarían a un párvulo se llega a la fama y al bestsellerato en casi todos los países del mundo. Es verdad que siempre ha habido literatura rápida y fácil para el consumo diario, pero nunca como hoy se había recurrido de forma tan cruda a lo simplón, en su doble acepción de sencillo e idiota".

16 de octubre de 2009

Causas y consecuencias

Escribo contra el frío y el miedo. En vano escribo…
Alejandra Pizarnik

5 de octubre de 2009

Propuesta

El lenguaje es un elemento integrador (o todo lo contrario). Por tanto, propongo utilizar el término emigrantes en lugar de inmigrantes. Recordemos, por si hay algún despistado: uno es inmigrante en el país al que llega, y uno es emigrante del país que abandona. Si hasta ahora hemos preferido usar la primera de esas dos "acepciones", por qué no empezar a usar la segunda. Expresa mejor –que de eso se trata el lenguaje- la esencia del individuo, la raíz de su periplo, que es emigrar y no inmigrar. La palabra emigrante, además, puede parecerle menos “intrusiva" a todos esos que desde el punto de vista occidental y desarrollado –unos con maneras racistas y por tanto ignorantes, otros con formas más humanas pero en el fondo hipócritas por interesadas- ven la situación desde el otro lado de la línea, y piensan que el problema es que alguien llegue a un lugar cuando el drama es el contrario. Y por supuesto, me refiero a todos aquellos que se ven obligados a emigrar, no a los que se van para jugar al fútbol o por el mero -y siempre enriquecedor- placer de vivir en otro país.

19 de septiembre de 2009

Adaptaciones literarias

Se cuenta que en el rodaje de La tentación vive arriba apareció un día George Axelrod, el autor de la obra de teatro en la que se basaba la película. Le dijo a Billy Wilder: "He traído la obra, por si sirve para algo". Y el director contestó: "Sí, trae, que nos sirve para calzar la puerta".

15 de septiembre de 2009

Periodismo y política

Hace ya mes y medio que este artículo de Jaime Guillamet, catedrático de periodismo en la Pompeu Fabra de Barcelona, salió publicado en El País, pero merece la pena recordarlo (se me quedó en el tintero veraniego), ya que las reflexiones tienen plena vigencia y lamentablemente, seguirá teniéndola.
Os dejo el enlace aquí.

7 de septiembre de 2009

La risa perfecta

Es asombroso lo torvamente que nos aferramos a nuestra desdicha, la energía que quemamos para alimentar nuestra rabia. Es asombroso cómo podemos gruñir como bestias e instantes después olvidar qué y por qué. No horas así, ni días, meses o años así, sino décadas. Vidas completamente malgastadas, entregadas a los rencores y odios más mezquinos. Al final no queda nada que la muerte pueda llevarse.



Si vas a intentarlo, ve hasta el final. De lo contrario, no empieces siquiera. Tal vez suponga perder novias, esposas, familia, trabajo y quizás la cabeza. Tal vez suponga no comer durante tres o cuatro días. Tal vez suponga helarte en el banco de un parque. Tal vez suponga la cárcel. Tal vez suponga humillación. Tal vez suponga desdén, aislamiento... El aislamiento es el premio. Todo lo demás es para poner a prueba tu resistencia, tus auténticas ganas de hacerlo. Y lo harás, a pesar del rechazo y de las ínfimas probabilidades, y será mejor que cualquier cosa que pudieras imaginar. Si vas a intentarlo, ve hasta el final. No existe una sensación igual. Estarás solo con los dioses y las noches arderán en llamas. Llevarás las riendas de la vida, hasta la risa perfecta. Es por lo único que vale la pena luchar.


Texto extraído de Factotum, la película de Bent Hamer basada en la novela de Bukowski. El segundo párrafo es un poema del propio Bukowski. Un poema maravilloso. Duro, muy duro. Un resquicio de dignidad.

11 de agosto de 2009

Verdades a bajo coste

Artículo publicado hoy en El País por Ramón Muñoz. Crítica, verdad y humor unidos en cuatro párrafos.

Estamos creando una sociedad low cost o de bajo coste, a imagen y semejanza de esas aerolíneas que te llevan al Polo Norte, ida y vuelta, por diez eurillos, botella de agua no incluida y con derecho a un solo pipí en todo el trayecto. Muchos creen que ese modus operandi, rácano pero práctico, se está trasladando al ámbito productivo, es decir, que la paga de los curritos y su capacidad para llenar el carrito del híper también se está volviendo low cost a marchas forzadas.

Yo voy más allá. Creo que el bajo coste se está enraizando en nuestras costumbres como una hiedra pegajosa y urticaria. En realidad, esto viene de antiguo, justo cuando Burger King abrió en Madrid su primer restaurante, allá por 1975. Muchos se quedaban entonces estupefactos: los fugaces comensales, después de zamparse la hamburguesa, limpiaban y recogían sus bandejas, sin rechistar y sin que nadie se lo ordenara. Les hablo de la España en la que no había papeleras en los bares y las barras eran verdaderas cochiqueras porque estaba hasta mal visto no arrojar al suelo colillas, huitos y cabezas de gambas.

Ese virus Whopper disfrazado de civismo se propagó, y ahora amenaza a la razón de ser de nuestras vidas: el consumismo. El que paga ya no manda; al contrario, curra. Repostamos gasolina, nos pesamos la fruta en el súper, depositamos la basura en veintisiete cubos de colores, montamos los muebles del Ikea, nos autoinstalamos el ADSL... ¡Y encima pagamos por todo ello! Pronto, las funerarias repartirán cartelitos por los hospitales que digan: "Por favor, momentos antes de morirse, métase en el féretro, y cierre delicadamente la tapa". ¡Cómo diablos no va a haber cada vez más mileuristas si el personal está dispuesto a ejercer de camarero, frutero y técnico-instalador por la cara!

La protesta también se ha vuelto low cost. Lo de tirar adoquines no se lleva. Ya puede estar la cola del INEM a reventar o las cuentas públicas en barrena, que la calle sólo se pone en pie para denunciar que el presidente de su fútbolclub es un chorizo. En estos tiempos de política ciberlight, el colmo de lo reivindicativo es ir a un concierto y corear "eo eo eo" cuando el rockstar, generalmente cincuentón y multimillonario, jalea consignas manidas de paz, amor y verde que te quiero verde. La peña sale encantada con su inconformismo popero. Y eso que les han cobrado 80 eurazos por la entrada.

Pero si hasta la Coca-Cola va a sacar un refresco low cost, unos polvitos a los que se añade agua y saben a jarabe. Lo va a llamar Menos es más. No les digo más.

9 de agosto de 2009

Charles Spencer Chaplin


Dice Rohmer: Si bien Charlot –o Chaplin- no es todo el cine […] todo el cine, para quien sepa buscarlo, está en Charlot.
De un libro sobre Chaplin escrito por André Bazin, con prólogo de Truffaut y epílogo de Rohmer, que incluye un capítulo escrito por Renoir y parte del discurso final de El gran dictador –escrito por el propio Chaplin-, poco más tengo yo que decir. Por tanto, me limitaré a trasladar y resumir.
Chaplin pasó a ser el más pobre de los vagabundos que sobrevivían por Kensington Road a finales del siglo XIX a ser, tras la primera guerra mundial y en palabras de Truffaut, el hombre más popular del mundo. No hay nadie que no lo conozca –a él o a Charlot-, sobre todo por el pequeño bigote trapezoidal y por sus andares de pato, más que por el hábito, que tampoco en esta ocasión hace al monje, dice Bazin.
Si hay algo, más allá de ese bigote, el bombín, el bastón y los zapatones, que caracterice las películas de Charlot es su relación con los objetos, de la que habla Bazin: Es como si los objetos aceptaran ayudar a Charlot al margen del sentido que la sociedad les ha asignado. El más bello ejemplo de estos desfases es la famosa danza de los panecillos, donde la complicidad del objeto estalla en una coreografía gratuita.




Hay en Charlot una tendencia a romper la rutina y toda mecanización derivada de ella, aunque le beneficie en un momento concreto. En Charlot en la calle de la Paz pone la cama entre él y el villano que lo persigue. Los dos comienzan a dar vueltas alrededor de la cama o a moverse lateralmente, de manera que el héroe consigue salvarse momentáneamente de su adversario. Pero es entonces cuando entra en escena la rutina de una persecución que no tendría fin, y Charlot reacciona de la única manera en que podría hacerlo: empieza a jugar. Esto –que Bazin presenta como el pecado capital de Charlot- a mí me parece que es una manera brillante de mostrarnos que: a) hasta la rutina puede llegar a ser positiva y necesaria en un momento dado; b) es básico saber reírse de uno mismo (en los gags en los que la mecanización derivada de la rutina se vuelve contra él porque se ve obligado a romperla, Charlot siempre hace que nos riamos de él, no de los demás, como en otras escenas).
Para la historia maniquea queda el debate entre Charles Chaplin y ese otro gran clown cinematográfico que es Buster Keaton (debate guionizado por Bertolucci en la película Soñadores). Yo creo que no hay por qué priorizar a uno sobre otro. Pero como, entre otras cosas, escribir es contradecirse, procedo a priorizar: me quedo con Chaplin.

1 de agosto de 2009

Un poquito de buena música



Os dejo un enlace para que escuchéis a Arizona Baby, uno de mis grupos preferidos. Pinchad aquí para escucharlos. Son de Valladolid y no van a tardar en ser conocidos, o al menos llegarán a un mayor número de personas que hasta ahora, que ya son muchas (son uno de los grupos que recientemente han participado en El Día de la Música y ya empiezan a ser incontables los conciertos por todo el país y las veces que los pinchan en Radio 3).
No sé si os pasará lo mismo con su música, pero a mí me entran ganas de coger la furgoneta que no tengo, empezar a conducir –con el carnet que sí tengo- y, pitillo en boca, no parar hasta que haya escuchado su primer disco una y otra vez (ya está el segundo al caer), tantas veces como kilómetros fuesen necesarios. Como dirían los de ABBA, gracias por la música, chicos. Acordaros de este frustrado conductor de furgoneta cuando las groupies os asalten a cada paso del camino. Estaré escribiendo en algún rincón, puede que frente al mar. Por el momento nos vemos en Aranda el 15 de agosto.

19 de julio de 2009

Todo un artista

Me lo regaló un amigo, hace tiempo, y se me olvidó enseñároslo. Pinchad AQUÍ para conocer su arte. ¡Gracias de nuevo, Emilio!

12 de julio de 2009

5 de julio de 2009

Reflexiones de un viaje en tren

De camino a la playa de Cádiz –no sólo de trabajo vive el hombre- extraje el Babelia de las tripas del periódico (que aparté para leerlo después, mecido por el viento y la arena) y me encontré el artículo de Muñoz Molina de cada sábado. Unas veces lo busco con la leve ansiedad del lector entregado a un autor, para leerlo antes que el resto del suplemento; otras veces dejo que las páginas lo arrastren hasta mí, como sucedió ayer.
El artículo se titula Libertad de la novela, lo que me hizo dar un pequeño respingo que provocó que mis rodillas chocasen con la bandeja sobre la que apoyaba el suplemento. Qué mejor, pensé, que un artículo de Muñoz Molina con la palabra “novela” en el título ahora que estoy encerrado en la cueva con la mía (el viaje de ida y vuelta de ayer fue un leve respiro). El artículo comienza haciendo referencia a los maestros (los suyos), como debe de ser. Después explica lo poco partidaria que es Anne Michaels, una escritora canadiense, de dar demasiada información sobre su propia vida, para que eso no interfiera en los lectores a la hora de meterse en sus libros. Dice Muñoz Molina:
La libertad de la novela es también nuestra potestad de entrar en ella sin obligaciones (tomen nota, profesores) ni prejuicios y decidir soberanamente si seguiremos leyendo o lo dejaremos al cabo de unas páginas (yo suelo dar un margen de ochenta o cien páginas, depende de la novela), porque en ese reino privado no obedecemos a nadie ni nos dejamos coaccionar (me parece más exacto la palabra “influir”) por la opinión de otros que parezcan saber más, ni siquiera por la presión de lo que parezca gustarle a todo el mundo.
No puedo estar más de acuerdo, pero dejadme que haga un inciso al estilo de Gombrowicz, al hilo del anterior post: todos somos unos ignorantes, porque el que ignora algo es el que no sabe, y no hay nadie que lo sepa todo: todos ignoramos algo. Lo importante, lo deseable, es no ser un necio, y eso, confundir valor y precio, es demasiado habitual, de ahí la genialidad de Ignatius J. Reilly. Deberíamos aceptar que somos unos ineptos en muchas materias de la vida, en la mayoría, o al menos que no somos lo suficientemente aptos como para tener derecho a que nos den una oportunidad o nos paguen por ello. Pero no nos sintamos culpables por ello, no nos preocupemos: ocupémonos, sentémonos a leer, a escuchar, a aprender. Así sabremos algo, y poco a poco la necedad, enemiga de cualquier progreso, irá desapareciendo.
Pero yo quería escribir sobre el artículo de Muñoz Molina, o mejor dicho, sobre las reflexiones que me suscitaron su lectura, porque hay libros, artículos, cartas, que no nos gustan tanto por lo que dicen como por las circunstancias que nos rodeaban en el momento de leerlos, en mi caso una ridícula sensación de frío por el aire acondicionado del tren, situación demasiado habitual para la ridícula contradicción que provoca: pasar frío en el sur, un cuatro de julio. Pero dejemos a un lado la imagen de Tom Cruise en silla de ruedas, con bigote y pelo largo (me ha venido la imagen a la cabeza), y continuemos.
Como decíamos ayer –en realidad unas líneas más arriba- deberíamos aprovechar la libertad que tenemos para leer una novela sin esa serie de prejuicios (léase críticas, reseñas, comentarios, entrevistas, presentaciones o bien interesadas recomendaciones) sin la que parece imposible hoy en día abordar un libro –o una película, o una obra de teatro, por no hablar de algunas series y sus resúmenes de los avances de los resúmenes de los avances. De esta manera, liberados de pensamientos que nada tienen que ver con la ficción y con las sensaciones que pretende despertar el autor, la comunión entre el texto y el lector sería más limpia, y sin duda más provechosa a la hora de profundizar y ampliar ese material esencial del individuo que es el juicio propio, que debería ser nuestro principal fuente, si no la única, a la hora de elegir, entre otras cosas, nuestras lecturas.
Digo esto por los bestsellers. Tengo que reconocer que en esto, como en la música, soy como la policía: llego siempre tarde (o no llego), cuando ya todos han atracado las librerías –y los centro comerciales- en busca de ese tesoro que es “lo que todo el mundo lee”. Para que os hagáis una idea, aún no he leído La sombra del viento, y quiero hacerlo (aunque no encuentro un hueco para meterlo en mi flexible pero planificada lista de lecturas), precisamente para que los prejuicios no me limiten. Y aquí viene lo que me suele molestar, a pesar, como digo, que no soy el mejor defensor posible para los bestsellers, ni es mi propósito: esos prejuicios – negativos en este caso- son provocados por aquellos que se dedican (o eso dicen) a la alta literatura, a escribir libros que sean worstsellers, los peores vendidos, y no a escribir libros que le gusten a mucha gente, algo que, por lo visto, según ellos, no es compatible con esa supuesta calidad que ellos buscan –otra cosa es que lo consigan- en sus eruditos libros. ¿Hay algún escritor que cuando publica un libro no pretenda vender el mayor número posible de ejemplares? El problema no es ese, aspirar a gustar a mucha gente, sino la parte de nosotros –de nuestra alma- que estemos dispuestos a vender en ese empeño. En definitiva: que el bestseller sea una consecuencia de la decisión de publicar, del oficio que hemos escogido -escribir y publicar y vender lo que escribimos- y no un punto de partida prefabricado. Y que los bestsellers nos dejen ver el bosque de libros que deberíamos también leer (actualmente no nos dejan, lo abarcan todo, al menos todo lo mayoritario, lo que llega a más gente).
Yo pienso que una cualidad –buscar la calidad- no excluye a la otra –tener muchos lectores-, o al menos esa es la dirección hacia donde deberíamos dirigir nuestra mirilla escritores, periodistas, críticos, editores y lectores: tirar todos juntos de la cuerda para que se tense del lado de la calidad, hasta que esos defensores de las letras puras consideren que los del otro lado de la cuerda, el resto del mundo, los que nos rebajamos a leer todo lo que cae en nuestras manos –casi siempre por mero vicio, y porque de todo se aprende, y no como consecuencia de un análisis razonado de lo que vamos a leer- estamos legitimados como lectores, tanto como ellos, y tenemos el mismo derecho a elegir y a equivocarnos. Y no pasa nada, porque la gente se equivoca (por eso los lápices tienen goma de borrar). Basta con cerrar el libro y coger el siguiente del montón.
Insisto, no es que quiera yo defender los bestsellers, aunque pudiera parecerlo (tengo varios argumentos en contra, y casi ninguno a favor, quizás porque he leído pocos, no lo sé). Lo que me molesta es el dogmatismo, la etiqueta, la hipocresía disfrazada de intelectualidad para influir hasta casi llegar a coaccionar. Sería bueno que todos colaboráramos en la tarea de potenciar la capacidad crítica e individual de cada cual –que es la esencia de la verdadera libertad y la principal motivación para leer- y no sólo la capacidad para producir y consumir, es decir, para generar beneficios económicos, la mayoría destinados a un bolsillo ajeno al que los generó.

Vocabulario para ciertas discusiones

IGNORANTE. El que no sabe, no tiene noticias de algo.
TONTO. Falto de entendimiento.
INEPTO. No apto.
ESTÚPIDO. Torpe para comprender las cosas.
MENTECATO. Falto de juicio.
NECIO. Ignorante de lo que puede o debe saberse.

Y luego están los listos. Estos son los peores.

15 de junio de 2009

Sobre el arte

Al menos en apariencia, nunca como hoy han convivido con tal promiscuidad los lenguajes, los estilos más dispares, las propuestas más contradictorias y atrevidas. Todo parece estar permitido y, paradójicamente, nada toca el núcleo de la sociedad en la que se crean y digieren dichas obras: el arte resbala sobre la piel de su tiempo sin dejar más que pasajeras huellas en efímeras modas velozmente expulsadas de la circulación por sus nerviosas sucesoras.

Los grupos mediáticos disponen no sólo de las factorías de producción artística, sino también de los santuarios de su canonización: detentan los codigos del gusto.


Ambos fragmentos pertenecen a El novelista perplejo, título de una charla que Rafael Chirbes dio en Lyon hace años y que sirve también como título para el volumen que Anagrama editó en 2002, y en el que se incluyen otras cinco charlas pronunciadas por el escritor valenciano y unos cuantos escritos sobre diversos autores. Uno de esos libros que nos mejoran como animales pensantes, y que nos abre caminos para aprehender y comprender lo que el arte, y en especial la narrativa, nos ofrece.

8 de junio de 2009

La insoportable levedad de ser un escritor desconocido (y sus consecuencias)

Está muy bien eso de la literatura, pero con los 450 euros que gané con mi primera novela no se vive. Lo dice Carlos Herrero, un escritor madrileño de 34 años con dos libros publicados en la editorial Barataria: Prosperidad, su primera novela, y Cuentos Rotos, que ha presentado recientemente en la Feria de Libro de Madrid. A la anterior frase, añade en la entrevista que le han hecho en El País: Creo que voy a dejar de escribir. ¿Un Bartleby obligado? Esperemos que no, que pueda resistir.

Deseos (casi) veraniegos


No estaría mal ser una de esas dos sombras. O el que hace la foto.

7 de junio de 2009

Servidumbres

Escribe Javier Marías en su artículo dominical en EPS:

La frase en cuestión es a menudo rematada por otra similar, pero aún más explícita: “Las personas pasan, las instituciones permanecen”, como si estas últimas no fueran, desde la Iglesia hasta el Athletic de Bilbao, obra e invención de las personas, y en realidad no estuvieran al servicio de ellas, sino al revés. Lo cierto es que a lo largo de demasiados siglos se ha logrado hacer creer eso a la gente, que todos estamos al servicio de cualquier intangible y que somos prescindibles en aras de su perpetuidad. No es, así, tan extraño que esas afirmaciones categóricas y vacuas gocen de tan magnífica reputación, ni que quien deja de suscribirlas sea tenido por un apestado. ¿Cómo, que no está usted dispuesto a sacrificarse por la empresa, Fulánez? ¿Un soldado que no se apresta a morir por su país en toda ocasión? ¿Un revolucionario que no delata a sus vecinos? ¿Un fiel que pone reparos a hacerse saltar por los aires si con ello mata a tres infieles? ¿Un creyente que no abraza el martirio antes que abjurar de su fe? ¿Un futbolista que no rechaza una jugosa oferta económica para seguir con el club que lo forjó? He ahí ejemplos de un egoísta, un cobarde, un desafecto, un traidor, un apóstata, un pesetero. El que no pone algo por encima de sí mismo, de las personas y de sus afectos sólo se hace acreedor al insulto y al desprecio.

Se refiere a esa frase que consiste en anteponer un ente superior a la expresión “…está por encima”. La Iglesia está por encima de eso, la Patria está por encima de eso, etc. El caso es que, igual que otras veces estoy en desacuerdo con muchas opiniones de Marías, en esta ocasión me parece acertada su reflexión en este párrafo sobre algo que entronca con las palabras que escribió Gombrowicz:

No es una gran cosa tener ideales. Lo que sí es una gran cosa es no incurrir en nombre de unos grandes ideales en unas pequeñas falsedades.

6 de junio de 2009

El principio de un gran comienzo

Relucían como joyas si uno los contemplaba desde lejos, y la verdad es que, en la distancia, llegaron a deslumbrarme. Luego, cuando me acerqué a ellos, descubrí que su brillo era el de los cristales rotos. Supe que me habían atrapado, porque también yo me había empezado a resquebrajar.
En la lucha final, Rafael Chirbes, 1991.

Y continúa así todo el primer capítulo. Desde luego, con un principio así lo mejor es usar sombrero. Ya sabéis, para poder quitárselo.


Diálogo


- Cuando yo tuve por fin un orgasmo, mi médico me dijo que no era el adecuado.
- ¿Tuviste uno no adecuado? Yo nunca he tenido uno así. El peor que tuve fue uno que me costó dinero.

Manhattan, Woody Allen, 1979.

24 de mayo de 2009

La contención narrativa

He vuelto a ver Ficción, de Cesc Gay.
Todo un ejemplo de contención, eso que hace poco me decía el escritor Salvador Navarro que ha tratado de buscar en su última novela publicada, Andrea no está loca (C&M, 2008), eso que tantas veces se nos desboca a los escritores, eso que debe tener todo buen cuento.
Una historia de amor (y vuelvo a Ficción) que apenas llega a consumarse (en un beso digno de un post en Cine para usar el cerebro, y queda lanzado el cebo), contada a través de una sucesión de sutilezas maravillosas por evocadoras y afinadas. Estoy seguro de que una de las películas que el director tenía en la cabeza era Breve Encuentro, de David Lean, otra joya de la tensión contenida.

23 de mayo de 2009

Evocaciones gombrowiczianas


Quién me iba a decir a mí que leyendo a Gombrowicz iba a evocar cierta figura política. Hablo de Ferdydurke, de la edición del Círculo de Lectores del año 1974, traducida directamente por Anna Rubió y Jerzy Slawomirski a partir de la edición polaca, ignorando la primera traducción al castellano que hiciera el propio Gombrowicz en el Café Rex de la calle Corrientes a mediados de los años cuarenta, rodeado y ayudado por una cohorte de amigos y admiradores. En ella puede leerse:

¿Qué se puede esperar de un hombre que ha recibido tres calabazas consecutivas y cada vez de manera más imfame? Un hombre así arreglado, ¿no debería marcharse, esconderse en algún lugar, donde no lo vean? ¿Puede ser sana la insuficiencia que, ávida de honores, desfila en pleno día? ¿Cómo queréis que no le dé hipo a la naturaleza?

Cambiando de tercio, en el capítulo cuarto de la misma novela -todo un ensayo contra la Forma y lo establecido-, escribe el autor polaco-argentino sobre lo que rodea al Arte:

La obra sale a la calle, llega al lector, y lo que ha sido engendrado a fuerza de sufrimiento total y absoluto se recibe muy parcialmente, entre una llamada telefónica y una chuleta de cerdo. Aquí, el escritor que nos nutre con su alma, su corazón, su arte, su trabajo y su sufrimiento; allí, el lector que no quiere, y si quiere, quiere como quien no quiere, quiere hasta que suena el teléfono [...] ¿No véis, pues, cuántos factores de los más diversos y a menudo extraestéticos (la enumeración de los cuales podría prolongarse monótonamente hasta el infinito) conforman la grandeza del artista y de su obra?

20 de mayo de 2009

Las ideas

Opinaba Azcona, uno de los mejores guionistas que ha sufrido España, digamos que uno de los más persistentes, decía él, que no hace falta tomar notas. Si una idea es buena, volverá. Y es cierto, a mí me ha pasado algunas veces al escribir (aunque mis ideas no son tan buenas como las suyas). Ahora mismo acaba de pasarme. Aún así anoto.

6 de mayo de 2009

Funciones de la novela

Kundera en una conversación con Roth (Philip) reproducida en el libro El oficio:un escritor, sus colegas y sus obras:

Una novela no afirma nada: una novela busca y plantea interrogantes […] La estupidez de la gente procede de tener respuesta para todo; la sabiduría de la novela procede de tener una pregunta para todo […] El novelista enseña al lector a aprehender el mundo como pregunta […] El mundo totalitario es un mundo de respuestas en vez de preguntas. En él no tiene cabida la novela […] La gente prefiere juzgar a comprender, contestar a preguntar. Así, la voz de la novela apenas puede oírse en el estrépito necio de las certezas humanas.

Hay altivez en estas palabras, sí; me imagino a Roth y Kundera hablando en un café y creo que podría llegar a ser insoportable esa superioridad sobre el resto de mortales que a veces parecen desprender ciertas declaraciones de estos dos escritores (y de otros tantos), ambos entre mis más admirados por sus libros. Pero también hay verdad, y material para la reflexión.

30 de abril de 2009

Retales marsianos

Algunos fragmentos del discurso que escribió Juan Marsé para la entrega del Premio Cervantes:

No me siento a gusto manejando teorías acerca de la naturaleza o la finalidad de la ficción. Para la famosa pregunta: ¿qué entendemos hoy por novela?, dispongo de mil famosas respuestas, que nunca, a la hora de ponerme a trabajar, me han servido de gran cosa. No me considero un intelectual, solamente un narrador.

Con respecto al trabajo mantengo algunos principios, pocos, que bien podrían resumirse en dos: procurar tener una buena historia que contar, y procurar contarla bien, es decir, esmerándote en el lenguaje; porque será el buen uso de la lengua, no solamente la singularidad, la bondad o la oportunidad del tema, lo que va a preservar la obra del moho del tiempo.

…consciente o no de ello, he buscado en toda obra narrativa de ficción un eco, o un aroma, de ese eterno conflicto entre apariencia y realidad, que de tantas maneras se manifiesta en el transcurso de nuestras vidas.

…soy ante todo un lector de ficciones, un amante incondicional de la fabulación. Tan adicto soy a la ficción, que a veces pienso que solamente la parte inventada, la dimensión de lo irreal o imaginado en nuestra obra, será capaz de mantener su estructura,de preservar alguna belleza a través del tiempo.

La facultad de embaucar, de fraguar ilusiones mediante imágenes, arraigó con el gusto por la lectura desde el primer momento, y, con el tiempo, pude celebrar las películas de John Ford, de Rossellini o de Mizoguchi, por ejemplo, con la misma o parecida intensidad que muchas novelas. Sabemos que algunas estrategias narrativas de la novelística contemporánea tienen su origen en el arte cinematográfico. Los Chaplin, Renoir, Lubitsch, Walsh, Lang, De Sica, Buñuel, Erice, Truffaut, Welles, Bardem, Berlanga y Azcona, Keaton o Hitchcock, por citar unos cuantos, nos hablaron de otra armonía posible entre los sueños y el mundo.

18 de abril de 2009

Memoria escrita

Aunque no queramos justificarnos o escondernos, aunque tengamos el raro coraje necesario -o la falta de escrúpulos- para contar las cosas tal como fueron, o como las recordamos, sin que nos importe nuestra vergüenza o el daño que podamos hacer a otros con nuestras revelaciones, estaremos dando a los hechos de otro tiempo significados que sólo iban a adquirir en razón de lo que sucedería después, es decir, de lo que entonces no existía: no estaremos viendo aquel presente, sino el pasado en el que iba a convertirse.

Fragmento del texto publicado hoy en El País por Antonio Muñoz Molina

16 de abril de 2009

Curiosidades periodísticas

A menudo un periódico, una emisora de radio o una cadena de televisión se vanaglorian al dar una exclusiva y nos repiten dos o tres veces que ellos son los primeros en dar a conocer tal o cual noticia.
Lo curioso es que cuando la realidad desmiente la información que ellos habían avanzado, se olvidan -cuan traicionera la memoria- de recordar a los señores lectores, oyentes y televidentes que aquello que dijeron resulta que no estaba "totalmente" contrastado, vaya, que no había tal exclusiva. Jamás rectifican, nunca. Y así, poco a poco, la verdad se diluye en un mar de mentiras (interesadas) que termina por dar a todo un tufo asqueroso a mala ficción.
Y si les dices: "oye, eso que publicas es mentira, y lo sabes", entonces te dicen: demuéstralo.
Periodismo del siglo XXI.

15 de abril de 2009

La crítica lectora y la lectura crítica

Si un crítico es profesional, es decir, cobra por serlo, debería basarse para hablar de literatura en lo que sabe de la misma, y tratar de aislar del tema su propia opinión o su resentimiento. Pero lo triste es que ahora mismo esto ocurre poco, bien porque no interesa basarse en auténticas razones estéticas (entendiendo la estética como un estudio basado en principios), bien porque cualquiera se erige en crítico, bajo el tópico (manifiestamente falso) de que "de gustos no hay nada escrito". Tópicos como éste son con los que se bombardea a las masas para desterrar de ellas los principios (a los que llamarán "prejuicios"), y erigir a cada individualidad en juez supremo. De este modo, se convertirá en fácil vender cualquier cosa mediante el sencillo método de ponerla de moda, machacando repetitivamente con ella según técnicas de marketing, igual que se hizo para convencer de que lo bueno es subjetivo. Y claro, así se produce una "cultura" en la cual saber se sustituye por opinar, y tiene más valor una opinión que lo que se sabe.

Escrito por José Benito en una discusión en MiLiteraturas sobre qué es buena literatura.

6 de abril de 2009

Escribir. O no.


La verdad es que cuando estás bien, no escribes. Cuando estoy más o menos bien, no me apetece escribir, me apetece leer.

¿Usted por qué escribe? Porque antes escribía. No, usted tiene que escribir porque tiene algo que contar. Escribir porque antes se ha escrito es una solemne tontería.


Parte de las confesiones de Hipólito G. Navarro en aviondepapel.tv

Buena pregunta

Publicado hoy en El País:

Sólo medio centenar del millar de delicados bronces de Benin, datados entre los siglos XIII y XVI, pueden verse en Nigeria. El resto está repartido entre museos alemanes, británicos y estadounidenses. De hecho, el 95% del patrimonio cultural africano está fuera del continente. Fue robado, expoliado o, algunas veces, comprado, por las potencias coloniales. Gran parte de los tesoros artísticos o etnológicos de países en desarrollo, o incluso de potencias actuales como China o India, están en los grandes museos europeos o estadounidenses. Para ellos es un orgullo (y un negocio), pero para muchos de los países de origen de estas piezas es una humillación, y una merma en sus potenciales ingresos por el creciente turismo cultural. Las reclamaciones no han dejado de crecer en los últimos años. Pero, ¿de quién es el patrimonio? ¿Del país de origen? ¿Del país que las conserva y las ha valorado durante años?

Buena pregunta.

Más Roth (Zuckerman)

Personas que leéis y escribís, estamos acabados, somos fantasmas que presenciamos el final de la era literaria.
E.I. Lonoff en Sale el espectro, de Philip Roth.

4 de abril de 2009

El autor y sus libros

No hay nada más agotador que tener que ir por ahí fingiendo que eres el autor de tus propios libros. Bueno, sí hay algo más agotador: andar por ahí fingiendo que no lo eres.
Nathan Zuckerman en La lección de anatomía, de Philip Roth.

3 de abril de 2009

Propuesta para la RAE

Desesparado,da. Dícese de la persona, hombre, mujer o ambos, que está desesperada por estar en paro || a la desesparada. Loc. adv. Acudiendo a remedios extremos para lograr lo que no parece posible de otro modo.

Y propuesta para relato, sobre una conversación escuchada ayer en alguna cola de algún banco de Sevilla: a un hombre, a un pequeño empresario, le deben 72.000 euros. Va a tener que cerrar la empresa y con ella la capacidad para alimentar a su familia. Nadie le paga, todo el mundo encuentra legitimación para no pagarle en una palabra: crisis. Un día llega oídos de ese pequeño empresario una salida para sus problemas: un par de rumanos se ofrecen para reclamar las deudas o liquidar a los deudores, por el módico precio de 6.000 euros. Un relato inquietante y complejo, sin duda. Podría titularse Desesparado.

25 de marzo de 2009

Mostrar, no decir

Yo no me conformo con escribir "es un ávaro". Lo que quiero es hacerle ver al lector que ese personaje, sin decírselo explícitamente, es un ávaro. En la buena literatura las cosas aparecen sin ser citadas.

Juan Marsé en una entrevista en la Revista Mercurio.

13 de marzo de 2009

Reflexión vital

Todas las noches me duermo ante un día siguiente desconocido y sin embargo ya determinado por mí mismo.

Paludes, André Gide.

10 de marzo de 2009

Pequeño gran placer

Y lo de pequeño es sólo por la extensión, setenta y ocho páginas si somos estrictos. Para lo demás habría que usar otros adjetivos que me reservo por tópicos. Hablo de una novela corta de Hidalgo Bayal, Gonzalo de nombre, y ya citado en este blog, que se titula con desmedido y frustrante acierto Campo de amapolas blancas. La mejor definición que se me ocurre para este libro me la ha dado alguien muy crítico -para mal- con él, y es la definición de su protagonista: un héroe por pintar. Eso es lo que hace el narrador-testigo: pintarlo mediante la escritura, que es lo mismo que recordarlo para no olvidarlo nunca. Y el resultado es una historia que se lee en una hora pero se recuerda durante mucho más tiempo.
El comienzo de la novela es ya original. En ella, el narrador se sorprende por la precisión con la que los narradores en primera persona recuerdan gestos y detalles que sucedieron hace años, tanto da que sean cinco o diez como cuarenta. Y esta idea es el camino que sigue con coherencia toda la novela, nunca se debe olvidar, siempre hay que ir. Así de bien lo expresa Landero en el epílogo: el tono está impregnado por la poquedad de la evocación.
Y luego está el lenguaje y la manera de utilizarlo. Dejo de nuevo que sea Landero quien me quite la palabra (para qué luchar): Tengo la sensación de que Gonzalo rehúye sistemáticamente, poderosamente, el encuentro frontal con las emociones. Prefiere dar un rodeo intelectual, pero como yo creo que tampoco le convence del todo, al final usa la ironía [y cómo la usa] para defenderse de la tentación intelectual y de la tentación sentimental.
En definitiva, muy recomendable. A mí me ha confirmado lo que ya me temía: cada día me gustan más las novelas cortas.

18 de febrero de 2009

La inquietante importancia de algunos libros

Fragmento del artículo publicado hoy por Manuel Rodríguez Rivero en El País:

En Estados Unidos el célebre Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (abreviado DSM) es uno de esos libros capaces de influir -y cómo- en la vida de los ciudadanos. Cada sucesiva edición -desde 1952 se han publicado cuatro con diversas revisiones- incorpora las conclusiones finalmente consensuadas de un equipo de psiquiatras que decide qué conductas o "síntomas" son indicativos de nuevos trastornos o enfermedades mentales (en la actual hay censados casi 300). La trascendencia del DSM reside en que se ha convertido en el manual de referencia sobre salud mental no sólo para médicos (a los que ayuda a establecer diagnósticos) o agentes de seguros (que se guían por sus normas para atender las reclamaciones de sus clientes), sino para toda su colectividad.
Con poco más de medio siglo de existencia, el manual está considerado una auténtica institución cuya influencia social queda de manifiesto si se tiene en cuenta que, por ejemplo, hasta 1974 la homosexualidad figuraba en su lista de desórdenes, o que para la siguiente edición se debaten asuntos de tan polémico diagnóstico como la identidad de género en relación con la transexualidad, la compra compulsiva, las comilonas o el fetichismo. Los debates en torno a qué será o no incluido en la siguiente entrega -prevista para 2012- son tan intensos que para evitar las presiones (de la industria farmacéutica, de los hospitales, de las aseguradoras, de los jueces, de los grupos religiosos y políticos) los psiquiatras que componen el equipo asesor han sido obligados a firmar una cláusula de confidencialidad. Lo que ellos decidan y finalmente se publique (con una tirada, por cierto, cercana al millón de ejemplares) cambiará en muchos aspectos las vidas de las personas, al menos hasta la siguiente edición

16 de febrero de 2009

Comprar y leer

Texto extraído de Una historia de la lectura, de Alberto Manguel:


La acumulación de saber no es saber. El poeta galo Décimo Magno Ausonio (nada que ver con los cupones ni con el jabón ni con las compresas), varios siglos después, se burló en sus Opúsculos de la confusión entre ambas tareas:

Has comprado libros y llenado estantes, oh, amante de las musas.
¿Significa eso que ya eres sabio?
Si compras hoy cuerdas para instrumentos, plectro y lira:
¿Crees que mañana será tuyo el reino de la música?

El escritor y el lector

Texto extraído de Una historia de la lectura, de Alberto Manguel:

La relación primordial entre escritor y lector presenta una paradoja maravillosa: al crear el papel de lector, el escritor decreta también su propia muerte, puesto que, a fin de que un texto se dé por concluido, el escritor debe retirarse, dejar de existir. Mientras esté presente, el texto sigue incompleto. Sólo cuando ojos capacitados entran en contacto con los signos de la tablilla comienza la vida activa del texto.
Todo escrito depende de la generosidad del lector.

12 de febrero de 2009

Sirva como homenaje


Murió un día como este, hace veinticinco años. Nos dejó sus libros, sus historias, y su voz, que siempre me inspiró literatura, como si esa manera de hablar tan peculiar me inyectara palabras en las venas. Hay va un pequeño chute:

Capítulo 7 de Rayuela
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11 de febrero de 2009

El arte o cómo buscar la verdad a través de la mentira

El arte es el lenguaje de lo inefable y, aun así, se acerca más a muchas verdades últimas que el lenguaje del entendimiento, con su lógica, su claridad, sus terribles síes y noes.

Nikolaus Harnoncourt, director de orquesta austriaco.

6 de febrero de 2009

Verborrea

Leo lo siguiente en la primera página de El lamento de Portnoy, la novela que dio fama mundial a Philip Roth (en la edición de Grijalbo 1977):

Creo que incluso temía acabar divisándola penetrar volando por la ventana...

¡Qué torrente de verbos! Es lo malo que tiene cobrar por palabras la traducción...

5 de febrero de 2009

El tesoro escondido de Cortázar

Me imagino cómo sería que alguien encontrara en lo más profundo de un armario (uno de esos que aparecen en muchas novelas de Millás)una película inédita de, por ejemplo, Billy Wilder, y cómo sería ir al cine para ver su estreno, ¡el estreno de una película de Wilder! Sería inolvidable.
Algo así supongo que sentiré cuando en mayo me acerque a una librería para comprar el nuevo libro de Cortázar. Lo va a publicar Alfaguara, se titulará -calvos no se han quedado- Papeles inesperados y recopilará en 450 páginas cuentos inéditos, autoentrevistas, poemas, artículos, un capítulo desconocido de Libro de Manuel... Toda una delicia para el paladar lector.
El libro es el resultado de un tesoro escondido en los cajones de una vieja cómoda que encontraron en diciembre de 2006 Aurora Bernárdez, viuda y albacea del escritor, y Carles Álvarez, uno de esos bibliómanos locos, gran conocedor de la obra del autor de Rayuela o Historias de cronopios y de famas.
Así que esta primavera podremos leer a Cortázar como la primera vez. Qué bueno sería que tampoco esta fuera la última.

4 de febrero de 2009

Sentido del humor y periodismo

Leo en los periódicos de hoy –en realidad en la pantalla del ordenador- las declaraciones del presidente de la APM (Asociación de la Prensa de Madrid), Fernando González Urbaneja, sobre la broma que organizó Wyoming con una becaria a la que supuestamente vejaba durante un ensayo de su programa. Dice, no sé si con la connivencia del resto de asociados, que la broma (me viene a la cabeza la novela de Kundera) supone “un empleo de la trampa y el engaño” y además desprestigia la profesión periodística, que está “en un estado deplorable en estos momentos”.
Yo le invitaría a un café al presidente de los periodistas madrileños, y le diría lo siguiente: el periodismo, estoy de acuerdo con usted (no lo tutearía aún, soy muy educado), está en un estado deplorable. Pero no porque a un programa cómico se le ocurra una broma, la lleve a cabo y luego la emita en el programa (cómo son estos cómicos, eh, mira que recurrir al humor), sino porque la mayor parte del periodismo está podrido y a lo único que se dedica es a analizar y presentar la realidad bajo el prisma de los intereses publicitarios, de su grupo mediático y sobre todo, del partido político al que apoyan. Y ya no entro en el vocabulario y la sintaxis que emplean los periodistas, porque entonces tendríamos que pedir otro café, quizás un carajillo, mejor. Al periodismo, señor presidente (aquí lo miraría a los ojos, como si fuera Bogart y estuviera a punto de decir la frase clave de la película), no ha falta que lo desprestigie nadie, mucho menos un cómico que no trata de hacer periodismo (le recordaría que el programa empieza cada día –es hasta cansino- con eso de “ya conocen las noticias, ahora les contaremos la verdad”, o algo así). El periodismo se desprestigia solo, día a día. Y a nadie parece importarle, así que dedíquese a reírse por la broma, si le hace gracia, claro, y preocúpese por los problemas reales del periodismo y por aportar su granito de arena para que vuelva al lugar que nunca debió abandonar.
En este punto pagaría los cafés y me marcharía. ¡Hombre ya!

Lógico y sencillo

El escritor valenciano Rafael Chirbes, autor de Crematorio, La buena letra o Los viejos amigos, propone, en estos tiempos de crisis, lo siguiente:

Restablecer el valor del trabajo y el sentido común en la distribución de la riqueza: de cada cual según sus posibilidades y a cada cual según sus necesidades.

Demasiado tarde

El hombre atraviesa el presente con los ojos vendados. Sólo puede intuir y adivinar lo que de verdad está viviendo. Y después, cuando le quitan la venda de los ojos, puede mirar al pasado y comprobar qué es lo que ha vivido y cuál era su sentido.

Milan Kundera en El libro de los amores ridículos.

27 de enero de 2009

Escribir hoy

Dice Vila-Matas en su Bartleby y compañía que la literatura permite rescatar del olvido todo eso sobre lo que la mirada contemporánea, cada día más inmoral, pretende deslizarse con la más absoluta indiferencia (y con la connivencia de todos, añado yo). Esto que escribe Enrique -perdón por la confianza- a mí me parece la legitimación de la literatura, nada menos. La perfecta respuesta para la pregunta por qué escribir hoy en día, tal y como están las cosas.

Microondeces de un amigo

Con su permiso, os dejo tres textos de mi amigo Ricardo, profesor de literatura, músico y escritor (creo que no me dejo nada). Él las define como microondeces.

UN HOMBRE COMO UN DÍA DE DIARIO

Besaba como un martes: tímido, huidizo, insignificante, frugal, razonado. Era incapaz de mostrar todo el cariño que llevaba dentro porque sus besos no lo podían explicitar.
Decidió cambiar. Debía conseguir besos como sábados: pletóricos, intensos, plenos, comunicativos, irracionales.
Investigó, leyó todo la bibliografía escrita sobre el tema, entrenó los músculos faciales, practicó frente al espejo, meditó, llegó a conseguir estados de concentración absolutos, dominó chakras y tantras, arrobamientos y misticismos, nirvanas y ataraxias. Por fin se decidió a actuar y besó.
Besó con emoción, con energía, con ternura, con convicción, con amor, con mucho amor.
Pero tuvo un problema: se equivocó de persona.


UN HOMBRE DECIDIDO

Dormía como duermen las alcantarillas: pesada, herméticamente. No había alarma que le despertase y perdía un trabajo tras otro.

Un día decidió no dormir más. Luchar contra su naturaleza, enfrentarse con sus miedos más profundos y reducirlos como caballos en un rodeo. Había desarrollado una fuerza de voluntad suficiente a lo largo de su vida para afrontar cualquier reto.
Era fuerte. Enérgico. Decidido.
Empezaría, eso sí, después de echarse una siestecita. Total, por una más…


UN HOMBRE DE DOS PLATOS, PAN, POSTRE Y CAFÉ.

Existía como existe el menú del día de un bar de barrio. Efímero, insignificante, insustancial. Escrito con rotulador en un folio usado. Pasaba tan desapercibido para el resto del mundo que llegó un momento en el que nadie le veía.
Decidió hacerse detective privado.
Ahora es el mejor, gana millones. Pero nadie ha reparado en ello.


MySpace: Una pesadilla matemática

25 de enero de 2009

El cuento es el punto exquisito donde acaba la poesía y empieza la realidad.
Henry James

Sobre los cuentos

Texto publicado por Alberto Manguel en el Babelia del 24-1-2009.

ELOGIO DEL CUENTO

No sabemos en qué momento el cuentista supo que lo que contaba sería un género literario. Lo cierto es que en algún momento de nuestra historia el cuento se diferenció del poema, de la novela y del ensayo, y emergió como un género literario distinto para que los profesores universitarios tuvieran de qué ocuparse. Sin embargo, más allá de esas divisiones burocráticas, el lector intuye que el cuento no es novela, que una diferencia que puede medirse (pero no definirse) por el número de páginas, distingue uno del otro. Borges alguna vez dijo que escribía cuentos porque la novela le parecía una exageración. Detrás de la boutade se oculta una verdad literaria: la novela expande la narración, el cuento la concentra. Los mini-relatos de Augusto Monterroso no pueden ser leídos como mini-novelas; el equivalente de esa parodia es, para la novela, la casi interminable Comedia humana de Balzac. El cuento retiene en su nombre sus orígenes sin duda orales, calidad que preservan aún hoy los narradores orales de las plazas de mercado en Marruecos, Colombia, Gabón. La escritura, que todo formaliza (quizás porque nace como un instrumento contable, para sumar o restar cabezas de ganado), empieza desde temprano a dar al cuento artificios y estrategias. Refinándose en fábula, parábola, anécdota, historia humorística o moral, relato erótico, histórico, filosófico, de terror, el cuento adquiere, según su categoría, rasgos particulares que, si bien son reconocidos, los autores del género se empeñan en cambiar. Así las historias de fantasmas ("viejas como el miedo", decía Adolfo Bioy Casares) al principio, en Mesopotamia y Egipto, debieron su eficacia a la mera aparición de un muerto; luego a un muerto transformado en otra cosa, un esqueleto en Roma, una sombra en la Italia de Boccaccio, un zorro en China; finalmente, con los grandes autores del siglo diecinueve el fantasma se reduce a una ausencia, a algo horriblemente real y sin embargo invisible. Cambios similares pueden rastrearse en las otras categorías, nuevas maneras de contar a las cuales el lector rápidamente se acostumbra. Ya en el siglo dieciocho, los lectores de cuentos son tan diestros en el arte de seguir las maniobras del autor, que Diderot se ve obligado a destruir o renovar sus expectativas con un cuento que (imitando al futuro Magritte) titula Esto no es un cuento. El cuento es quizás el más conservador de todos los géneros. Cambia el estilo, el tono, el impacto del final o del comienzo, la posición del narrador, la voluntad fantástica o documentalista, pero no, en términos generales, su forma. Si bien pueden encontrarse ejemplos de cuentos que escapan cabalmente al modelo de narración tradicional (pienso en El joven intrépido en trapecio volante de William Saroyan y en alguno de Raymond Carver), la mayor parte de ellos sigue el consejo del Rey en Alicia en el País de las Maravillas, "Comienza en el comienzo y sigue hasta llegar al final; allí para". Casi no existen cuentos de estructura tan libre como el Tristram Shandy de Lawrence Sterne o Cobra de Severo Sarduy. Y autores como James Joyce y Julio Cortázar, que tan brutalmente renovaron la novela, escribieron cuentos exquisitamente clásicos cuya originalidad se halla en la voz y la temática, o en la aproximación a esa temática, no en la forma misma del cuento. Por absurdas razones comerciales, las editoriales han decretado que los cuentos no se venden. No se venden Poe, Kipling, O. Henry, Chéjov, Katherine Mansfield, Ernest Hemingway, John Cheever, Borges, Silvina Ocampo, Alice Munro, Mavis Gallant. Y sin embargo, más que nunca, los cuentos siguen escribiéndose y, no lo dudo, leyéndose. Tal vez porque, en su clásica, modesta precisión, nos permiten concebir la insoportable complejidad del mundo como una íntima y breve epifanía.


21 de enero de 2009

Un poquito de Sampedro

Este es el mes Sampedro. Estoy leyendo un libro que mi me madre rescató del olvido de su biblioteca para regalármelo, La escritura necesaria. Y hace dos o tres días vi y escuché al propio Sampedro en una entrevista en televisión (no me gusta Lucas como entrevistador, dicho sea de paso).
El caso es que este hombre de noventa años dice y escribe muchas verdades, a veces incluso se adelanta a su tiempo, lo interpreta, y hace que los demás lo entendamos mejor.
Hay va alguna muestra, la primera es un extracto de La sombra de los días, el resto están sacadas de La escritura necesaria.

Mas para bien o para mal, seré escritor hasta la muerte. Escribir es mi enfermedad. Con tal de hacerlo, desnudaría mi alma sin pudor y pintaría las ajenas sin respeto. Ahondar el pozo, barrenar en los impulsos y en los símbolos. Ésa será mi única salvación posible. Si analizar sólo deja en las manos fragmentos muertos, músculos de cartón piedra, escribir es, en cambio, crear, encontrar el sentido de la vida. Ésa es mi victoria pero también mi cruz.

Lo que espero es que mi escrito penetre en la indeferencia del lector.

Escribir es una salvación porque me ofrece un mundo mucho más excitante, pero eso me exige trabajarme, estudiarme y hacerme yo mismo. La escritura se convierte así en una manifestación de ese arte de vivir que es ser quien eres. Es decir, ser lo que no vas a ser, porque todavía lo estás siendo.

Nunca describimos nada. Interpretamos y, en cierta medida, creamos la realidad; no la realidad objetiva sino "nuestra" realidad. En el "Mathnawi" de Rumí [un místico sufí] aparece la historia en la que los ciegos quieren conocer a un animal extraño que ha llegado por primera vez a su ciudad: un elefante; y cada uno de ellos, después de tocarlo, da su versión. Uno dice que es un conjunto de columnas porque tocó las patas, otro dice que es como una serpiente porque tocó la trompa, y otro que es como un abánico porque tocó la oreja. Ninguno ha visto al elefante. Somos "los ciegos frente al elefante".

Mi preocupación no es imponer una interpretación de los hechos, sino provocar una impresión.

Hay un tipo de novelas que están muy bien escritas [esto, igual que todo, lo dice a mediados de los noventa] pero que a mí no me dicen nada porque su interés se centra en el estilo, en la originalidad de la exposición o la ruptura de la forma. No me atrae ese tipo de literatura, digamos experimental, aunque me interese intelectualmente. Quiero que las novelas me cuenten una historia y me enseñen algo sobre mí o sobre los otros.

Llegar al horizonte siempre da como resultado que el horizonte se traslade.

La disciplina es la lógica del soldado [...] ese sentimiento opuesto a la actitud intelectual.

Las diferencias -y sus causas- entre los pobres y los ricos, sea en un país o en el mundo, justifica de sobra la resistencia y la rebeldía ante los más poderosos.


Artículo sobre Sampedro publicado por Diego Narváez en el Babelia del 24-1-2009: Aquí



18 de enero de 2009

La mirada divina

Dios, si existe, se calla. Pienso mucho en Dios. ¿Cómo es si existe? Desde luego no como lo representan las religiones. Berzsenyi acierta mucho más al decir: "No puede mirarnos a los ojos".

Sándor Márai, en sus Diarios 1984-1989, el último libro del escritor húngaro publicado por Salamandra.


13 de enero de 2009

Regreso

Vuelvo al sur, y me llevo a mi musa, claro. Esperemos que no se haya congelado.
Ha sido un buen mes, siempre lo es cuando vuelves a ver a los que más quieres.
Un abrazo muy fuerte para todos ellos.

3 de enero de 2009

Propósito

Desde hace tres días, igual que tantos otros, me he propuesto fumar menos, sólo mientras escribo. Y por el momento me va bien: escribo mucho más.