4 de febrero de 2009

Sentido del humor y periodismo

Leo en los periódicos de hoy –en realidad en la pantalla del ordenador- las declaraciones del presidente de la APM (Asociación de la Prensa de Madrid), Fernando González Urbaneja, sobre la broma que organizó Wyoming con una becaria a la que supuestamente vejaba durante un ensayo de su programa. Dice, no sé si con la connivencia del resto de asociados, que la broma (me viene a la cabeza la novela de Kundera) supone “un empleo de la trampa y el engaño” y además desprestigia la profesión periodística, que está “en un estado deplorable en estos momentos”.
Yo le invitaría a un café al presidente de los periodistas madrileños, y le diría lo siguiente: el periodismo, estoy de acuerdo con usted (no lo tutearía aún, soy muy educado), está en un estado deplorable. Pero no porque a un programa cómico se le ocurra una broma, la lleve a cabo y luego la emita en el programa (cómo son estos cómicos, eh, mira que recurrir al humor), sino porque la mayor parte del periodismo está podrido y a lo único que se dedica es a analizar y presentar la realidad bajo el prisma de los intereses publicitarios, de su grupo mediático y sobre todo, del partido político al que apoyan. Y ya no entro en el vocabulario y la sintaxis que emplean los periodistas, porque entonces tendríamos que pedir otro café, quizás un carajillo, mejor. Al periodismo, señor presidente (aquí lo miraría a los ojos, como si fuera Bogart y estuviera a punto de decir la frase clave de la película), no ha falta que lo desprestigie nadie, mucho menos un cómico que no trata de hacer periodismo (le recordaría que el programa empieza cada día –es hasta cansino- con eso de “ya conocen las noticias, ahora les contaremos la verdad”, o algo así). El periodismo se desprestigia solo, día a día. Y a nadie parece importarle, así que dedíquese a reírse por la broma, si le hace gracia, claro, y preocúpese por los problemas reales del periodismo y por aportar su granito de arena para que vuelva al lugar que nunca debió abandonar.
En este punto pagaría los cafés y me marcharía. ¡Hombre ya!