Texto extraído de Una historia de la lectura, de Alberto Manguel:
La relación primordial entre escritor y lector presenta una paradoja maravillosa: al crear el papel de lector, el escritor decreta también su propia muerte, puesto que, a fin de que un texto se dé por concluido, el escritor debe retirarse, dejar de existir. Mientras esté presente, el texto sigue incompleto. Sólo cuando ojos capacitados entran en contacto con los signos de la tablilla comienza la vida activa del texto.
Todo escrito depende de la generosidad del lector.