18 de febrero de 2009

La inquietante importancia de algunos libros

Fragmento del artículo publicado hoy por Manuel Rodríguez Rivero en El País:

En Estados Unidos el célebre Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (abreviado DSM) es uno de esos libros capaces de influir -y cómo- en la vida de los ciudadanos. Cada sucesiva edición -desde 1952 se han publicado cuatro con diversas revisiones- incorpora las conclusiones finalmente consensuadas de un equipo de psiquiatras que decide qué conductas o "síntomas" son indicativos de nuevos trastornos o enfermedades mentales (en la actual hay censados casi 300). La trascendencia del DSM reside en que se ha convertido en el manual de referencia sobre salud mental no sólo para médicos (a los que ayuda a establecer diagnósticos) o agentes de seguros (que se guían por sus normas para atender las reclamaciones de sus clientes), sino para toda su colectividad.
Con poco más de medio siglo de existencia, el manual está considerado una auténtica institución cuya influencia social queda de manifiesto si se tiene en cuenta que, por ejemplo, hasta 1974 la homosexualidad figuraba en su lista de desórdenes, o que para la siguiente edición se debaten asuntos de tan polémico diagnóstico como la identidad de género en relación con la transexualidad, la compra compulsiva, las comilonas o el fetichismo. Los debates en torno a qué será o no incluido en la siguiente entrega -prevista para 2012- son tan intensos que para evitar las presiones (de la industria farmacéutica, de los hospitales, de las aseguradoras, de los jueces, de los grupos religiosos y políticos) los psiquiatras que componen el equipo asesor han sido obligados a firmar una cláusula de confidencialidad. Lo que ellos decidan y finalmente se publique (con una tirada, por cierto, cercana al millón de ejemplares) cambiará en muchos aspectos las vidas de las personas, al menos hasta la siguiente edición

16 de febrero de 2009

Comprar y leer

Texto extraído de Una historia de la lectura, de Alberto Manguel:


La acumulación de saber no es saber. El poeta galo Décimo Magno Ausonio (nada que ver con los cupones ni con el jabón ni con las compresas), varios siglos después, se burló en sus Opúsculos de la confusión entre ambas tareas:

Has comprado libros y llenado estantes, oh, amante de las musas.
¿Significa eso que ya eres sabio?
Si compras hoy cuerdas para instrumentos, plectro y lira:
¿Crees que mañana será tuyo el reino de la música?

El escritor y el lector

Texto extraído de Una historia de la lectura, de Alberto Manguel:

La relación primordial entre escritor y lector presenta una paradoja maravillosa: al crear el papel de lector, el escritor decreta también su propia muerte, puesto que, a fin de que un texto se dé por concluido, el escritor debe retirarse, dejar de existir. Mientras esté presente, el texto sigue incompleto. Sólo cuando ojos capacitados entran en contacto con los signos de la tablilla comienza la vida activa del texto.
Todo escrito depende de la generosidad del lector.

12 de febrero de 2009

Sirva como homenaje


Murió un día como este, hace veinticinco años. Nos dejó sus libros, sus historias, y su voz, que siempre me inspiró literatura, como si esa manera de hablar tan peculiar me inyectara palabras en las venas. Hay va un pequeño chute:

Capítulo 7 de Rayuela
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11 de febrero de 2009

El arte o cómo buscar la verdad a través de la mentira

El arte es el lenguaje de lo inefable y, aun así, se acerca más a muchas verdades últimas que el lenguaje del entendimiento, con su lógica, su claridad, sus terribles síes y noes.

Nikolaus Harnoncourt, director de orquesta austriaco.

6 de febrero de 2009

Verborrea

Leo lo siguiente en la primera página de El lamento de Portnoy, la novela que dio fama mundial a Philip Roth (en la edición de Grijalbo 1977):

Creo que incluso temía acabar divisándola penetrar volando por la ventana...

¡Qué torrente de verbos! Es lo malo que tiene cobrar por palabras la traducción...

5 de febrero de 2009

El tesoro escondido de Cortázar

Me imagino cómo sería que alguien encontrara en lo más profundo de un armario (uno de esos que aparecen en muchas novelas de Millás)una película inédita de, por ejemplo, Billy Wilder, y cómo sería ir al cine para ver su estreno, ¡el estreno de una película de Wilder! Sería inolvidable.
Algo así supongo que sentiré cuando en mayo me acerque a una librería para comprar el nuevo libro de Cortázar. Lo va a publicar Alfaguara, se titulará -calvos no se han quedado- Papeles inesperados y recopilará en 450 páginas cuentos inéditos, autoentrevistas, poemas, artículos, un capítulo desconocido de Libro de Manuel... Toda una delicia para el paladar lector.
El libro es el resultado de un tesoro escondido en los cajones de una vieja cómoda que encontraron en diciembre de 2006 Aurora Bernárdez, viuda y albacea del escritor, y Carles Álvarez, uno de esos bibliómanos locos, gran conocedor de la obra del autor de Rayuela o Historias de cronopios y de famas.
Así que esta primavera podremos leer a Cortázar como la primera vez. Qué bueno sería que tampoco esta fuera la última.

4 de febrero de 2009

Sentido del humor y periodismo

Leo en los periódicos de hoy –en realidad en la pantalla del ordenador- las declaraciones del presidente de la APM (Asociación de la Prensa de Madrid), Fernando González Urbaneja, sobre la broma que organizó Wyoming con una becaria a la que supuestamente vejaba durante un ensayo de su programa. Dice, no sé si con la connivencia del resto de asociados, que la broma (me viene a la cabeza la novela de Kundera) supone “un empleo de la trampa y el engaño” y además desprestigia la profesión periodística, que está “en un estado deplorable en estos momentos”.
Yo le invitaría a un café al presidente de los periodistas madrileños, y le diría lo siguiente: el periodismo, estoy de acuerdo con usted (no lo tutearía aún, soy muy educado), está en un estado deplorable. Pero no porque a un programa cómico se le ocurra una broma, la lleve a cabo y luego la emita en el programa (cómo son estos cómicos, eh, mira que recurrir al humor), sino porque la mayor parte del periodismo está podrido y a lo único que se dedica es a analizar y presentar la realidad bajo el prisma de los intereses publicitarios, de su grupo mediático y sobre todo, del partido político al que apoyan. Y ya no entro en el vocabulario y la sintaxis que emplean los periodistas, porque entonces tendríamos que pedir otro café, quizás un carajillo, mejor. Al periodismo, señor presidente (aquí lo miraría a los ojos, como si fuera Bogart y estuviera a punto de decir la frase clave de la película), no ha falta que lo desprestigie nadie, mucho menos un cómico que no trata de hacer periodismo (le recordaría que el programa empieza cada día –es hasta cansino- con eso de “ya conocen las noticias, ahora les contaremos la verdad”, o algo así). El periodismo se desprestigia solo, día a día. Y a nadie parece importarle, así que dedíquese a reírse por la broma, si le hace gracia, claro, y preocúpese por los problemas reales del periodismo y por aportar su granito de arena para que vuelva al lugar que nunca debió abandonar.
En este punto pagaría los cafés y me marcharía. ¡Hombre ya!

Lógico y sencillo

El escritor valenciano Rafael Chirbes, autor de Crematorio, La buena letra o Los viejos amigos, propone, en estos tiempos de crisis, lo siguiente:

Restablecer el valor del trabajo y el sentido común en la distribución de la riqueza: de cada cual según sus posibilidades y a cada cual según sus necesidades.

Demasiado tarde

El hombre atraviesa el presente con los ojos vendados. Sólo puede intuir y adivinar lo que de verdad está viviendo. Y después, cuando le quitan la venda de los ojos, puede mirar al pasado y comprobar qué es lo que ha vivido y cuál era su sentido.

Milan Kundera en El libro de los amores ridículos.