27 de mayo de 2010

Literatura y fantasmas

El último libro de uno de los maestros vivos se puede contemplar desde diversos ángulos. Es una historia de fantasmas. Es un paseo privado por la literatura irlandesa, junto a Joyce y Beckett, entre otros. Es un funeral –con pretensión paródica- por la era de la imprenta y por la edición literaria, pero también por los auténticos escritores y por los lectores con talento, y por todo lo que se echa en falta hoy en día. Es un viaje a Dublín con los amigos. Es Dublinesca, la última de Vila-Matas. El mayor fantasma de la literatura actual.



La pregunta es quién es el fantasma que aparece de una manera u otra en la novela -si no me fallan las cuentas- hasta en once ocasiones. Tantas como ocasiones en las que aparece en el Ulysses ese personaje desconocido que ha dado mucho que hablar a estudiosos y especialistas, entre ellos a Nabokov. Ese personaje que aparece por primera vez en el capítulo sexto que tanto se cita en Dublinesca, y que hace pensar a Bloom: Siempre aparece alguien que no te esperas para nada. Para el escritor ruso, el misterioso (des)conocido como Macintosh, es el propio Joyce, que de esta forma se incluyó en su propia obra como el pintor de la vieja Italia colocaba su rostro en un rincón oscuro de su lienzo. Joyce permitió a su personaje contemplar a su creador. ¿Habrá hecho lo mismo Vila-Matas con su protagonista?



El fantasma podría ser el personaje desconocido de la novela de Joyce. Podría ser el escritor genial que Riba nunca encontró (mal secreto de todo editor). Podría ser el duende de la infancia, el genius latino, la primera persona que hubo en nosotros. Podría ser Vila-Matas, que se dibuja en el lienzo como Joyce. Podría ser Joyce. Podría ser Malachy Moore, el doble del joven Beckett que pasea por los lugares más insospechados. Podría ser el propio Riba, ignorante, entusiasmado con la reaparición del autor. Pensemos lo que pensemos, tendremos razón. O puede que la tenga Dublín. Y puede, además, que sea verdad que hay focos de espacio y tiempo conectados entre sí, focos entre los que podemos viajar los denominados vivos y los denominados muertos y de ese modo encontrarnos (¿Lost?).
Para un análisis más complejo de la novela, para un análisis, recomiendo leer los tres lamentos que lleva publicados hasta el momento Portnoy: Dublinesca I, Dublinesca II, Dublinesca III.

17 de mayo de 2010

Momo

Por suerte o por desgracia (o por cuestión generacional), no inicié mi aventura con los libros a partir de Stevenson, Verne, Salgari y compañía. Mi primer libro, el primero que recuerdo (aunque hubo otros antes, los de El Barco de Vapor) es Momo, de Michael Ende, en la edición de Alfaguara de 1991, traducida por Susana Constante (el original se publicó en 1973). Lo leí gracias a mi profesor de Lengua, a quien, por cierto, llamaban El Masca, no recuerdo si porque era el más calvo o el más cabrón. En cualquier caso, demostró buen criterio al escoger este libro para sus alumnos (en algún sitio he leído que actualmente hay profesores que, también con buen criterio, recomiendan su lectura en esa maligna fábrica de valores que es Educación para la Ciudadanía). Tenía un cierto miedo a releerlo. Siempre existe el riesgo de que un libro que recuerdas con cariño se estropee cuando lo lees años después, en mayor medida si la primera lectura fue en la infancia. No ha sido este el caso.



Momo sigue siendo como la recordaba. Una niña sin pasado (se sabe que escapó de un orfanato) que vive debajo de un antiguo anfiteatro olvidado a las afueras de una ciudad grande en la que sus habitantes eran oyentes y mirones apasionados que amaban los teatros y sabían admirar la ficción:

Cuando escuchaban los acontecimientos conmovedores o cómicos que se representaban en la escena, les parecía que la vida representada era, de modo misterioso, más real que su verdadera vida cotidiana. Y les gustaba contemplar esa realidad.



Momo sigue siendo pequeña, el pelo muy ensortijado, negro como la pez, y siempre va con una falda hecha de remiendos de diferentes colores que le llega hasta los tobillos y un chaquetón viejo demasiado grande para una niña tan flaca que no se podía decir si tenía ocho años sólo o ya tenía doce. Sus dos mejores amigos son aún Beppo, un viejo callado, y Gigi, un joven parlanchín. Su guía, una tortuga llamada Casiopea. Y sus enemigos, los de toda la sociedad, todavía son los hombres grises, siempre con un cigarrillo en la boca (se ve que Ende fue el antecedente de Mercedes Milá).
Momo sigue pareciéndome una magnífica novela infantil sobre el tiempo. Toda la historia es un alegato a favor del tiempo como un derecho propio que hemos olvidado a fuerza de malvenderlo. Y es que, como dice el narrador:

Cada hombre tiene su propio tiempo. Y sólo mientras siga siendo suyo se mantiene vivo.

11 de mayo de 2010

Insomnio, de Chivite (I)



No es fácil provocar tantas reflexiones en 210 páginas sin resultar demasiado metafísico. Fernando Luis Chivite lo consigue en Insomnio (Acantilado, 2006) mediante 76 capítulos cortos y una sintaxis sencilla y directa que contrasta con el tono existencial de la novela, por la que planean el pesimismo (herencia de Bernhard), la contradicción, el dolor.



El narrador es un escritor que se parece a Chivite, un escritor que salió a buscar a Vallejo, Pessoa, Rilke, Trakl, y ha llegado a columnista de periódicos. Un escritor-narrador insomne, cuarentón, sin éxito literario, firme defensor del pesimismo irónico frente a la melancolía y la tragedia de la vida. Un escritor, según la clasificación que realiza uno de los personajes, introspectivo-periférico-indolente-invisible. Un escritor que cuenta su vida –y la de cualquiera- a través de la vida de decenas de personajes a los que conocemos por sus frustraciones y sus tragedias, que es lo mismo que decir por sus sueños y sus alegrías. Memorable el personaje de August Friedrich Byter (un tanto vilamatiano), un escritor que escribía para no enfriarse. Magnífica novela de la que seguiré hablando por escrito aquí. Además, salgo en la página 58 de la novela. Cito: Es el guardián de su elocuente mudez. Que no es lo mismo que ser callado.

7 de mayo de 2010

Frío de leer



Para los protagonistas de los cuentos de Carlos Castán (Barcelona,1960), vivir es un ejercicio triste. Así lo expresa el narrador de La vida por delante, uno de los relatos de Frío de vivir (1997). El propio Castán explica que recurre al lirismo, a eso que llamamos lirismo, y a la fuerza de la metáfora para tratar de entrelazar belleza y efectividad. Una belleza que se esconde en forma de prodigios fantásticos que están ahí, en medio de la realidad, aunque no siempre, y no todos, podamos verlos: Quizá el problema sea una manera inadecuada de entender el realismo [...] No podemos limitarnos a llamar realidad a la superficie de las cosas. Al otro lado de esa superficie (el libro se encabeza con una cita de Cortázar) encontramos, de la mano del autor y sus narradores –en buena parte, monologuistas de interiores-, historias de infancia y adolescencia, de venganza, de rutina, de deseos frustrados, que necesitan ese perfume lírico que Castán espolvorea con maestría para que el frío no sea helador.
Ese mismo narrador que antes nos habló, el de La vida por delante, dice:

...un amor que no te haga estallar los vasos contra las paredes, llamar a gritos al amanecer, asesinar a alguien o caminar descalzo sobre brasas o hielo, ni es amor ni es nada.

Cambiad la palabra “amor” por la palabra “libro” y obtendréis una definición aproximada de lo que tiene que ser la literatura para Castán, a juzgar por los dos libros suyos que he leído hasta el momento: Frío de vivir y Museo de la soledad (los dos comienzan en un tren). Aguarda en la mesilla Solo de lo perdido (Destino,2008), pero sospecho que es más de lo mismo, de lo mejor. Al menos de lo más particular.
Dato: Frío de vivir fue editado en 1997 por Zócalo, una pequeña editorial zaragozana ahora llamada Onagro; un año después lo reeditó Salamandra. Con Museo de la soledad pasó al contrario: fue una editorial grande, Espasa, quien lo editó en 2000 y una editorial pequeña, Tropo Editores, la que lo reeditó siete años después.