7 de mayo de 2010

Frío de leer



Para los protagonistas de los cuentos de Carlos Castán (Barcelona,1960), vivir es un ejercicio triste. Así lo expresa el narrador de La vida por delante, uno de los relatos de Frío de vivir (1997). El propio Castán explica que recurre al lirismo, a eso que llamamos lirismo, y a la fuerza de la metáfora para tratar de entrelazar belleza y efectividad. Una belleza que se esconde en forma de prodigios fantásticos que están ahí, en medio de la realidad, aunque no siempre, y no todos, podamos verlos: Quizá el problema sea una manera inadecuada de entender el realismo [...] No podemos limitarnos a llamar realidad a la superficie de las cosas. Al otro lado de esa superficie (el libro se encabeza con una cita de Cortázar) encontramos, de la mano del autor y sus narradores –en buena parte, monologuistas de interiores-, historias de infancia y adolescencia, de venganza, de rutina, de deseos frustrados, que necesitan ese perfume lírico que Castán espolvorea con maestría para que el frío no sea helador.
Ese mismo narrador que antes nos habló, el de La vida por delante, dice:

...un amor que no te haga estallar los vasos contra las paredes, llamar a gritos al amanecer, asesinar a alguien o caminar descalzo sobre brasas o hielo, ni es amor ni es nada.

Cambiad la palabra “amor” por la palabra “libro” y obtendréis una definición aproximada de lo que tiene que ser la literatura para Castán, a juzgar por los dos libros suyos que he leído hasta el momento: Frío de vivir y Museo de la soledad (los dos comienzan en un tren). Aguarda en la mesilla Solo de lo perdido (Destino,2008), pero sospecho que es más de lo mismo, de lo mejor. Al menos de lo más particular.
Dato: Frío de vivir fue editado en 1997 por Zócalo, una pequeña editorial zaragozana ahora llamada Onagro; un año después lo reeditó Salamandra. Con Museo de la soledad pasó al contrario: fue una editorial grande, Espasa, quien lo editó en 2000 y una editorial pequeña, Tropo Editores, la que lo reeditó siete años después.