14 de noviembre de 2009

Cuento y novela

Texto prestado de la introducción que escribe Fernando Iwasaki (titulada Por qué escribo relatos o para cuándo una novela) para su libro de cuentos Un milagro informal (Alfaguara, 2003):

...estos años de creación rápida y comida literaria me sugieren símiles alimenticios: la novela puede ser poco hecha y el cuento debe estar bien cocido. La novela siempre engorda y el relato suele tener las calorías justas. La novela una vez abierta aguanta muy bien en la nevera y el cuento tiene que consumirse de inmediato. La novela lleva conservantes y el relato es pura fibra. La novela siempre consiente una recalentada, mientras que el cuento -como la película- «sólo se fríe una vez» [...] La novela quita el hambre y el cuento abre el apetito.

Recomendación:


Microcuentos que abren el apetito de la inquietud y el desasosiego. Un brillante homenaje a la literatura de terror.

10 de noviembre de 2009

El asesino difuso

- ¡A la mierda vos y las estadísticas! ¡No tiene ningún motivo para matarse!
- Razones para suicidarse hay a puñados, pero eso no es lo que importa: lo que importa es que tenga ganas de vivir...


El diálogo es de Martín (Hache), y estos son algunos de los motivos para seguir viviendo que aporta Aristarain en un texto titulado Sobre la escritura, del que se extrae la lista - titulada El asesino difuso- que escribe Martín para Hache cuando, engañado por Dante, piensa que ha querido suicidarse:

Por curiosidad: por saber qué pasará mañana y cómo será uno mañana.
Por el asombro que provoca ser el mismo, pero distinto, cada día, día a día, año a año.
Por la Aventura de pensar.
Por el placer de imaginar historias, de vivir vidas imaginarias, de seducir y cautivar a los demás haciéndolos vivir otras vidas si uno tiene el talento para contarlas.
Por conocer lo indescifrable del amor a los hijos.
Por convivir con el pánico que provoca el saber que el sentimiento es irracional.
Por las mujeres y los hombres que uno conocerá y amará.
Por el placer de comer y beber con amigos y amantes.
Por amanecer en los bares, bebiendo y filosofando.
Por elegir libremente los principios que le marcarán a uno la conducta que debe seguir.
Por pelear para defender esos principios.
Por contemplar el desconcierto y la ira de los hipócritas cuando descubren que uno pelea en serio y que no está dispuesto a pactar.
Por el placer de ver cómo aumenta el desconcierto cuando, entre una importante cantidad de dinero y los principios, uno elige sin pestañear los principios.
Porque hay libros que no se han leído, películas que no se han visto y, lo que es lo mismo, gente que aún no se ha conocido.
Porque esta lista puede ser más larga [...], cada uno puede buscar, inventar, tener y enumerar distintas razones.


Otra escena de la película: