29 de noviembre de 2008

El rodaje de una joven actriz

Una casa de campo cercana a Versalles, verano de 1967. En una misma mesa comen un hombre con aspecto viejo y respetable, con el pelo blanco, y un hombre más joven que el anterior. Les acompañan a la mesa los anfitriones de la casa, de quienes son invitados, quizás huéspedes, y algunas personas más. El hombre más viejo parece resignado con la aduladora presencia del más joven, que en ese momento dice estar rodando una película llamada Pierrot el loco, precisamente mientras el otro rueda, a las afueras de la casa, los exteriores de su Al azar Baltasar. El hombre más viejo es Robert Bresson, el más joven Jean-Luc Godard. Y una de las personas que asiste divertida al encuentro entre ambos genios es una joven actriz llamada Anne.

Para esa joven, que deslumbró a Bresson –igual que anteriores protagonistas lo hicieron- aquel rodaje era el primero de su vida, porque ni tan siquiera se había planteado una carrera como intérprete antes de conocer a aquel hombre por medio de una amiga que se empeñó en presentarlos.

Ahora esa joven actriz es también escritora, galardonada con varios premios en Francia. Y en una novela corta escrita con sensibilidad y sencillez nos cuenta cómo fue aquel rodaje y aquellos días de verano en los que se transformó en una mujer consciente del poder que adquiría al darse cuenta de que, efectivamente, existía. Además, para los amantes de Bresson, Wiazemsky les regala un retrato íntimo –mucho más cercano a la realidad que a la ficción- del director y de la particular y posesiva relación que mantuvo con él durante aquel rodaje.

Para Anne, la escritora, la nieta de FranÇois Mauriac, aquel verano quedará siempre en el recuerdo, porque allí conoció sin saberlo a quien sería su marido años después: Jean-Luc Godard. Las primeras palabras que le dijo fueron:

- ¿Y usted, señorita?


La joven
Anne Wiazemsky
El Aleph Editores
2008

28 de noviembre de 2008

Un poquito de Kakfa



...la palabra final debe sobrevivir en el corazón sobre las ruinas de toda la anécdota.

...se hizo evidente en mi organismo que la literatura era la manifestación más productiva (sic) de mi personalidad.

Al volver a casa después de la despedida, arrepentimiento por mi falsedad y dolor por la inevitabilidad de la misma.

He repasado unos viejos papeles. Uno necesita de todas sus energías para soportar semejante cosa. La desdicha que hay que soportar al interrumpir un trabajo que sólo puede tener éxito cuando se hace de una sóla titrada; esto es lo que siempre me ha sucedido hasta ahora, y hay que pasar por esta desdicha con tantos apuros, aunque no con la antigua intensidad, cuando uno lo relee todo.

...me aferro a mi novela.

..."La condena", la he escrito de un tirón, durante la noche del 22 al 23, entre las diez de la noche y las diez de la mañana.

...conmovido como sólo lo estoy cuando escribo. ¡Si pudiera ser así con todo el mundo por mediación de mi mujer! Pero, ¿no sería esto en detrimento de la literatura? ¡Eso sí que no!

Sólo el deseo de morir y el hecho de seguir resistiendo todavía, sólo eso es amor.


Kakfa empezó a escribir sus diarios con veintisiete años, y ya no paró nunca, a pesar de que una de las frases más habituales en sus páginas sea "Hoy no he escrito nada". En vida publicó varios cuentos, entre ellos "La transformación" (por lo visto mal traducida hasta ahora como "La metamorfosis"). Pero no fue hasta un año después de morir cuando su amigo Max Brod, contraviniendo la voluntad (nunca sabremos si era verdadera) de Kakfa de quemar todos sus manuscritos, publicó las tres novelas -inacabadas- que conocemos hoy en día del escritor checo: "El proceso", "El desaparecido" (así quería titularla Kakfa, aunque Brod la editó con el título de "América") y "El castillo".

21 de noviembre de 2008

Pensemos, que además adelgaza

Es más fácil creer que pensar, de ahí que haya más creyentes.

Ernst Fischer, filósofo austriaco




20 de noviembre de 2008

Un proyecto atractivo



He conocido a Tavares a través de Vila-Matas (no es el primer libro o escritor a los que llego gracias a él), que se ha erigido en su padrino literario en España. Por el momento he leído El señor Valéry y El señor Brecht, dos de los tres libros que hasta el momento se han editado en Mondadori (el otro es El señor Henri) de este escritor nacido en Angola y educado en Portugal que se llama GonÇalo M. Tavares. Pertenece a esa nueva hornada de novelistas portugueses –inagotable la literatura lusa de calidad- que son también poetas y periodistas, como José Luis Peixoto o Jorge Marmelo, entre otros.

El proyecto conocido como “El barrio” o “El barrio de los artistas” es paralelo a sus novelas, un proyecto largo, muy loco, utópico, en el que lo que preocupa al autor no son los datos más o menos biográficos de las vidas de los escritores, sino el tono de su escritura o los temas que escogían. De esta forma Tavares quiere homenajear a aquellos que más influyeron en él, juntándoles en un barrio imaginario que huele a Chiado literario, la idea es hacer una historia de la literatura desde la ficción. Después de Bertold Brecht, Paul Valéry y Henri Michaux nos esperan los señores Breton, Melville, Cortázar, Virginia Woolf, Corbusier, Lorca, Wittgenstein, Beckett, Foucault y una larga lista que hacen de este proyecto una novedad original y atractiva.

Detrás de la aparente sencillez de los libros –la edición parece la de un libro infantil, en el texto se intercalan dibujos realizados por la mujer de Tavares, la estructura se basa en capítulos muy cortos y ninguno llega a las cien páginas- se esconde una segunda lectura que da lugar a hondas reflexiones sobre temas como la literatura, la filosofía, la belleza.

Os dejo con un capítulo de El señor Brecht

AVERÍA

Debido a un incomprensible cortocircuito eléctrico, el que se electrocutó fue el funcionario que bajó la palanca y no el criminal que se encontraba sentado en la silla.

Como no hubo manera de solucionar la avería, en las ejecuciones siguientes el funcionario del gobierno se sentaba en la silla eléctrica y era el criminal quien se encargaba de bajar la palanca mortal.



16 de noviembre de 2008

Vivir

Le preguntan a Ray Loriga en un programa de televisión por qué merece la pena vivir. Y contesta:

- Porque el plan B tiene una pinta malísima.

3 de noviembre de 2008

La felicidad

Woody Allen en Hannah y sus hermanas:

“Era feliz, pero no sabía que lo era”.

Borges en “Los Conjurados”:

“"Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso.”.

Quizás la felicidad es una utopía necesaria. Un equilibrio total e inalcanzable, un objetivo ficticio, un acto de fe, de voluntad. No se trataría de lograr ese equilibrio imposible, sino de estar lo menos desequilibrados que podamos.