Aunque no queramos justificarnos o escondernos, aunque tengamos el raro coraje necesario -o la falta de escrúpulos- para contar las cosas tal como fueron, o como las recordamos, sin que nos importe nuestra vergüenza o el daño que podamos hacer a otros con nuestras revelaciones, estaremos dando a los hechos de otro tiempo significados que sólo iban a adquirir en razón de lo que sucedería después, es decir, de lo que entonces no existía: no estaremos viendo aquel presente, sino el pasado en el que iba a convertirse.
Fragmento del texto publicado hoy en El País por Antonio Muñoz Molina