Al menos en apariencia, nunca como hoy han convivido con tal promiscuidad los lenguajes, los estilos más dispares, las propuestas más contradictorias y atrevidas. Todo parece estar permitido y, paradójicamente, nada toca el núcleo de la sociedad en la que se crean y digieren dichas obras: el arte resbala sobre la piel de su tiempo sin dejar más que pasajeras huellas en efímeras modas velozmente expulsadas de la circulación por sus nerviosas sucesoras.
Los grupos mediáticos disponen no sólo de las factorías de producción artística, sino también de los santuarios de su canonización: detentan los codigos del gusto.
Ambos fragmentos pertenecen a El novelista perplejo, título de una charla que Rafael Chirbes dio en Lyon hace años y que sirve también como título para el volumen que Anagrama editó en 2002, y en el que se incluyen otras cinco charlas pronunciadas por el escritor valenciano y unos cuantos escritos sobre diversos autores. Uno de esos libros que nos mejoran como animales pensantes, y que nos abre caminos para aprehender y comprender lo que el arte, y en especial la narrativa, nos ofrece.