21 de enero de 2009

Un poquito de Sampedro

Este es el mes Sampedro. Estoy leyendo un libro que mi me madre rescató del olvido de su biblioteca para regalármelo, La escritura necesaria. Y hace dos o tres días vi y escuché al propio Sampedro en una entrevista en televisión (no me gusta Lucas como entrevistador, dicho sea de paso).
El caso es que este hombre de noventa años dice y escribe muchas verdades, a veces incluso se adelanta a su tiempo, lo interpreta, y hace que los demás lo entendamos mejor.
Hay va alguna muestra, la primera es un extracto de La sombra de los días, el resto están sacadas de La escritura necesaria.

Mas para bien o para mal, seré escritor hasta la muerte. Escribir es mi enfermedad. Con tal de hacerlo, desnudaría mi alma sin pudor y pintaría las ajenas sin respeto. Ahondar el pozo, barrenar en los impulsos y en los símbolos. Ésa será mi única salvación posible. Si analizar sólo deja en las manos fragmentos muertos, músculos de cartón piedra, escribir es, en cambio, crear, encontrar el sentido de la vida. Ésa es mi victoria pero también mi cruz.

Lo que espero es que mi escrito penetre en la indeferencia del lector.

Escribir es una salvación porque me ofrece un mundo mucho más excitante, pero eso me exige trabajarme, estudiarme y hacerme yo mismo. La escritura se convierte así en una manifestación de ese arte de vivir que es ser quien eres. Es decir, ser lo que no vas a ser, porque todavía lo estás siendo.

Nunca describimos nada. Interpretamos y, en cierta medida, creamos la realidad; no la realidad objetiva sino "nuestra" realidad. En el "Mathnawi" de Rumí [un místico sufí] aparece la historia en la que los ciegos quieren conocer a un animal extraño que ha llegado por primera vez a su ciudad: un elefante; y cada uno de ellos, después de tocarlo, da su versión. Uno dice que es un conjunto de columnas porque tocó las patas, otro dice que es como una serpiente porque tocó la trompa, y otro que es como un abánico porque tocó la oreja. Ninguno ha visto al elefante. Somos "los ciegos frente al elefante".

Mi preocupación no es imponer una interpretación de los hechos, sino provocar una impresión.

Hay un tipo de novelas que están muy bien escritas [esto, igual que todo, lo dice a mediados de los noventa] pero que a mí no me dicen nada porque su interés se centra en el estilo, en la originalidad de la exposición o la ruptura de la forma. No me atrae ese tipo de literatura, digamos experimental, aunque me interese intelectualmente. Quiero que las novelas me cuenten una historia y me enseñen algo sobre mí o sobre los otros.

Llegar al horizonte siempre da como resultado que el horizonte se traslade.

La disciplina es la lógica del soldado [...] ese sentimiento opuesto a la actitud intelectual.

Las diferencias -y sus causas- entre los pobres y los ricos, sea en un país o en el mundo, justifica de sobra la resistencia y la rebeldía ante los más poderosos.


Artículo sobre Sampedro publicado por Diego Narváez en el Babelia del 24-1-2009: Aquí