El patrono nos da un sueldo a cambio de nuestro tiempo. El tiempo es la mercancía de mayor valor que un ser humano tiene para ofrecer. Intercambiamos el tiempo de nuestra vida por dinero.
El escritor se detiene en el primer paso, el propio tiempo, y le atribuye un valor aún antes de recibir a cambio dinero. El escritor tiene muchísimo aprecio a su propio tiempo, y no tiene tanta prisa por venderlo. Es como heredar un terreno familiar. Este terreno siempre ha pertenecido a la familia, desde tiempo inmemorial. Viene alguien y ofrece dinero para comprarlo. El escritor, si es listo, jamás vendería. Sabe bien que, una vez vendido el terreno podría incluso comprarse un segundo coche. Pero ya no tendría un lugar donde refugiarse, ya no tendría un lugar donde soñar.
Dentro de nosotros existe una persona a la cual no se le puede meter prisa, una persona que necesita tiempo y nos impide entregarlo todo. Esa persona necesita un sitio a donde ir, y nos obliga a mirar los charcos sobre la lluvia, casi siempre sin sombrero, a sentir las gotas que caen sobre nuestra cabeza.
NATALIE GOLDBERG, El gozo de escribir.