2 de agosto de 2008

Encuentro con un escritor


Hay novelas que nos aburren, novelas cuyas páginas parecen de cemento de lo que cuesta pasarlas, novelas que nos entretienen, novelas que nos apasionan, novelas que nos dejan indiferentes, novelas que nos hacen pensar, novelas que nos hacen reir, o llorar, o reír y llorar. Y hay novelas que no podemos dejar de regalar, porque nos han cambiado y queremos que otros compartan esa sensación. El último encuentro de Sándor Márai es una de estas.

Hay otras novelas de este escritor húngaro (se suicidó pocos meses antes de que cayera el telón de acero) que con mucho acierto ha editado Salamandra. Pero sin duda El último encuentro es la mejor (le siguen en la clasificación La mujer justa y los dos tomos de sus memorias, Confesiones de un burgués y ¡Tierra, tierra!). Es la mejor novela sobre la amistad que yo conozco. Hay frases memorables, que le hacen a uno reflexionar (¿os acordáis de cuando el ser humano reflexionaba?). Es uno de esos libros que no le dejan a uno abandonar el lapicero, porque a cada momento se quiere subrayar una frase o remarcar un párrafo entero.

La historia que cuenta es la de una vieja amistad entre dos hombres que durante muchos años han dejado de verse. ¿Por qué? Eso es lo que cuenta la novela, el reencuentro después de tanto tiempo, las sensaciones que tiene el protagonista (uno de los dos hombres) antes, durante y después de ese reencuentro. Los recuerdos de toda una vida y de toda una historia oculta que cualquiera de nosotros podría vivir.

Los intereses en común pueden producir situaciones humanas que se parecen a la amistad.

¿Qué valor tiene una amistad si sólo amamos en la otra persona sus virtudes, su vitalidad, su firmeza?¿Qué valor tiene cualquier amor que busca una recompensa?

Tenemos que conformarnos con lo que somos, y ser conscientes de que a cambio de esta sabiduría no recibiremos ningún galardón de la vida […] Tenemos que soportarlo, este es el único secreto. Tenemos que soportar nuestro carácter y nuestro temperamento, ya que sus fallos, egoísmos y ansias no los podrán cambiar ni nuestras experiencias ni nuestra comprensión. Tenemos que soportar que nuestros deseos no siempre tengan repercusión en el mundo.