En esta ocasión no voy a hablar sobre el sujeto que ha escrito el libro, sino sobre el objeto de ese libro, que no es otro que uno de mis directores favoritos: Billy Wilder. El libro en cuestión es Conversaciones con Billy Wilder, de Cameron Crowe y editado en castellano por Alianza Editorial en la misma colección en la que se publicó hace unos años un libro de características similares en el que Truffaut era el entrevistador y Hitchcock el entrevistado (casi nada). Se trata de una recopilación de las entrevistas que en 1998 realizó el director de películas como Jerry McGuire o Casi Famosos a un Billy Wilder que por entonces contaba ya con 92 años.
El libro es una maravilla para los amantes del cine, y claro, más aún para los aficionados a las películas americanas de los años 40 y 50 (una de las mejores épocas del cine para mi gusto) y en concreto a las películas de Wilder. Para los que no conociesen la figura de este director nacido en Austria y emigrado a Estados Unidos cuando aún era posible huir del incipiente infierno nazi (formó parte de ese grupo de directores europeos que catapultó el cine de Hollywood y entre los que estaban Ernst Lubitch –maestro de Wilder-, Elia Kazan, Frank Capra o Fritz Lang), quizás les suene su nombre porque Fernando Trueba, en los agradecimientos a su oscar para Belle Epoque como mejor película extranjera, dijo “me gustaría creer en Dios para agradecérselo pero sólo creo en Billy Wilder, así que gracias, señor Wilder”.
Algunas de sus películas siempre han estado ahí y siempre lo estarán, porque ellas se lo han ganado. Y gracias a este hombre, entre otros, la comedia alcanzó un grado de seriedad que muy bien vendría en el cine actual (véanse las comedias que salen de Hollywood). La lista de títulos brillantes en su filmografía es extensa: Con faldas y a lo loco, El apartamento, Perdición, Testigo de Cargo, Uno, dos, tres, Ariane, La tentación vive arriba, El gran carnaval, El crepúsculo de los dioses… Son muchas y geniales las películas que Wilder escribió y dirigió. Porque ante todo era escritor y guionista. Como suele suceder, se pasó a la dirección cuando se dio cuenta que nadie mejor que él iba a plasmar en la pantalla lo que salía de su cabeza, y de la de los dos principales colaboradores que tuvo a lo largo de su carrera: Izzy Diamond y Charles Brackett.
En definitiva, un libro muy recomendable para los que les guste leer el cine. Y para los que no les apasione, que directamente vean las películas de Wilder. Seguro que no les defraudará. En este caso, pasen y vean. Las risas están aseguradas.