18 de noviembre de 2015

Periodismo en zona de guerra

Está muy bien que los medios envíen a los primeros espadas a París. Pero qué sucede con Raqqa, por ejemplo, quién es el guapo que se va allí (yo no, os lo aseguro). Lo digo porque esto ayuda a darse cuenta de la importancia de la presencia de periodistas en zonas de conflicto. Esos periodistas son también soldados, pero de otra guerra. Para ellos mi absoluta admiración y todo mi apoyo. No se les suele tener en cuenta cuando se habla de víctimas, cuando son una parte fundamental en el necesario engranaje que lucha día a día porque la mentira y el falseamiento de la realidad no sean otra arma de guerra más, un arma que, de no desactivarse, continuará provocando más víctimas. Y lo que es peor y más perverso: víctimas legitimadas por esas mentiras.
Por eso es tan importante dar toda la prioridad y los medios a los hombres y mujeres que tienen el valor de estar donde nadie quiere estar pero es necesario estar. Porque no podemos saber si no, en este caso, el alcance de los últimos bombardeos franceses en Raqqa. No podemos saber si es cierto lo que digan al respecto el gobierno francés, ruso o estadounidense y, por tanto, los medios de comunicación, que se dedican a rebotar y expandir la información aportada por esos gobiernos y sus ejércitos. Tampoco valdrán como prueba, por supuesto, vídeos que pudieran aparecer de los terroristas tratando de demostrar la muerte de civiles en estos bombardeos.
Dicen los que saben y más experiencia tienen que los corresponsalías ya no son como antes debido en parte a la falta de financiación, que no siempre permite mantener a periodistas preparados y expertos en las zonas a la que son enviados, de forma que muchas veces, las informaciones responden a las mismas carencias y manipulaciones que las ofrecidas por las agencias y el resto de medios sin presencia en el terreno, o con presencia interesada (ahí está la figura del “periodista empotrado”). Repito: mi admiración y apoyo a quienes no forman parte de esta tendencia y continúan tratando de ejercer su primordial tarea con la mayor autoexigencia, profesionalidad e independencia posibles. Y con una valentía, ni remunerada ni reconocida en su medida, que para mí quisiera.