3 de octubre de 2019

Los días nefastos, Berta Cancela


Conocí a Berta hace un par de años en una lluviosa mañana de sábado. Yo tenía una lectura turistiana en el Metáforas. Además de la lluvia y del fin de semana, se sumaba que habíamos hecho la presentación de Turistia en Sevilla hacía poco tiempo. Como uno puede ser muchas cosas pero Ken Follet no es una de ellas, lo más probable es que no acudiera nadie a la nueva cita, dadas las circunstancias. Pero allí estaba Berta sentada en una silla, con el pelo mojado y el libro sobre la mesa, preparada para hacernos compañía a Appu (editor), a Fran (presentador) y a mí, tres hombres en busca de un oído. Siempre se lo agradeceré. Porque no sólo fue para pasar el rato; se había leído la novela, le había gustado y quería hablar de ella. Fue como tomar unas cervezas con amigos. Turistia da pie a charlar de muchas cosas, y de muchas cosas charlamos. Que si el modelo turístico, que si la hedonista sociedad actual, que si Huxley, que si Orwell, que si sí, que si no, que si todo lo contrario. Pero no he venido aquí a hablar de mi libro.

Ayer le tocaba a Berta presentar su primera novela, LOS DÍAS NEFASTOS. No podía perderme la cita. Llevaba el libro y alguna pregunta que hacer, pero Cecilia y Berta aclararon todas mis dudas en la presentación, así que me dediqué a oír, ver y callar (y disfrutar). Lo mismo que con la novela. La empecé una mañana en un viaje de ida a Cádiz, continué a pie de Caleta y la terminé en el viaje de vuelta. Es una novela corta, es un juego, es metaliteratura. En cien páginas encierra una novela negra y una novela erótica, o casi. Y digo casi porque no debe esperar el lector ni una trama negra ni una trama erótica al uso. Otra editorial más planetaria, otros editores con menos escrúpulos, hubieran ampliado la extensión del libro por lo civil (más palabras) y por lo criminal (mayor tamaño de letra, más blancos, más todo). Pero Cecilia y Antonio son editores de verdad. Por eso la novela es como es. Por eso la novela es sutilidad, como Berta, sospecho por lo poco que la conozco en lo personal. Por eso la novela huye de fastos y oropeles como Silvio Rodríguez en la canción que da pie al título. Por eso la novela no necesita exprimir de la forma habitual dos géneros, el erótico y el negro, que tanto venden hoy en día. No hay grandes llamaradas, sólo pequeñas mechas que buscan lectores donde explotar.