En la segunda mitad de los años ochenta
el baloncesto español vivía su particular boom tras la plata lograda en los
Juegos Olímpicos de Los Ángeles´84. En la liga, el F.C. Barcelona era el dominador
y en el Real Madrid había muchas ganas de alternar la corriente. Aquella
temporada se acababa de instaurar el 1+1, que requería meter el primer tiro
libre para poder tirar el segundo, los partidos aún se jugaban a dos partes de
20 minutos y se veían muy pocos cambios en comparación con el actual carrusel.
Winston y Larios patrocinaban los partidos. Eran los años del felipismo tardío
y Lina Morgan, de la Quinta del Buitre y El Precio Justo. Fuera de España, el
mundo cambiaba para siempre con la caída del muro al tiempo que los Simpson
aparecían por primera vez en las pantallas estadounidenses. Y entonces llegó el
genio.
Drazen
Petrovic, estrella europea del momento, ganador con la Cibona de
Zagreb de dos Copas de Europa consecutivas contra el propio Real Madrid y el
Zalgiris de Arvidas Sabonis, aterrizó en España en 1988 con
24 años, tras superar (léase pagar) una larga serie de obstáculos normativos
que impedían que un jugador yugoslavo saliera del país con menos de 28 años. El
objetivo de Ramón Mendoza,
presidente madridista, era recuperar con aquel fichaje el dominio perdido en
España y Europa en los últimos años. Se sabe que Petrovic, al estilo Di Stefano, iba a jugar en un principio
en el Barcelona, a petición de Salvador
Alemany, directivo del club, pero parece ser que llegado el momento no
había mucha prisa por el fichaje (se dice, se cuenta, se comenta que a Aíto García Reneses, siempre preocupado
por el equilibrio colectivo, no le agradaba demasiado el individualismo del
genio de Sibenik). Y esa falta de prisa la aprovechó el Real Madrid para hacerse
con el balcánico, complementado con el regreso de la NBA de Fernando Martín y el estadounidense Johnny Rogers, un alero alto y tirador
procedente de los Cleveland Cavaliers. Ya tenían todo lo necesario para hacer
frente al Barcelona. Y enseguida llegaba el primer título en juego para empezar
a demostrarlo: la Copa del Rey.
Aquella edición tuvo varias
sedes gallegas. Los cuartos se jugaron en Ourense, Vigo y Santiago, las
semifinales en Lugo y Ferrol y la final en A Coruña. El Madrid se había desecho
en las eliminatorias del Magia Huesca y del Ram Joventut. Por su parte, el
Barcelona se plantaba en la final después de ganar al Fórum Valladolid en
cuartos y al CAI Zaragoza en semis. En los banquillos también había duelo de
altura: Aíto frente a Lolo Sainz, dos grandes que supusieron
un antes y un después en la historia de sus clubes. En aquel momento, Aíto
venía de ganar dos ligas consecutivas (que luego ampliaría a cuatro), mientras
que Lolo Sainz acumulaba ya ocho títulos.
Había ganas de ver
aquella final. Mucha calidad en pista. Quintetos: Nacho Solozábal, Epi, Andrés Jiménez, Audie Norris y John Waiters
por parte barcelonista; Petrovic, Chechu
Biriukov, Rogers, Fernando Martín y
Romay por parte madridista. Casi
nada al aparato. Era además la repetición de la final del año anterior
en Valladolid, ganada por los culés con un triple de Solozábal en el último segundo. La
revancha estaba servida en el pabellón Municipal de Riazor, que iba a ser
testigo del primer intento del Madrid de Petrovic por secar la racha de títulos
nacionales del eterno rival.
El partido empieza con un 0-4
para el Madrid, enseguida contestado por un 7-0 del BarÇa, incluido un triple de Solozábal idéntico al
que ejecutara a los blancos hacía un año. Los encargados de defender a Petrovic
y Epi, respectivas estrellas, son el propio Solozábal y Biriukov (ambos con el 7
a la espalda), lo que en parte puede perjudicar al Barcelona, puesto que deja a
su base con menos energía para dirigir el ataque culé, mientras que para los
merengues no parece tan importante la presencia ofensiva de Biriukov. Los
primeros cinco minutos son para el Barcelona, pero preocupa que Norris lleve ya
dos faltas (sigue en pista, no obstante). La buena noticia para ellos: Petrovic
aún no ha anotado una canasta en juego, aunque suma desde el tiro libre (diez
botes bajos, suspiro y arriba). Llega el primer cambio, a los nueve minutos:
Aíto mete a Xavi Crespo por Jiménez,
justo después de que Fernando Martín anote sus primeros dos puntos después de
ganarle la posición a Norris, mermado por las faltas. Llega entonces el duelo
de metralletas: Epi contra Petrovic. Al primer triple del balcánico le sigue un
canastón desde el lateral del español, luego nueva canasta de Drazen,
contestada con un triple de Epi que coloca ocho arriba a su equipo y provoca el
primer tiempo muerto de Lolo Sáinz. Pero todo sigue igual. Al término de los
primeros veinte minutos, el Barcelona gana 48-43, con Epi (16 puntos sin fallo
en el tiro) y Norris, con 3 faltas, como estiletes. Por parte del Madrid, los
máximos anotadores son hasta ahora Rogers y Petrovic.
Sin embargo, Drazen se queda en
el banquillo tras el descanso. Y es con el balcánico agitando la toalla desde
el lateral cuando el Madrid consigue un parcial de 2-7 en el arranque de la
segunda parte, gracias al cambio de ritmo liderado por un José Luis Llorente que ya venía de hacer un gran partido en semis.
Acierto de Lolo Sainz, que trata de frenar Aíto con un también muy acertado Quim Costa. Llega el primer fallo en el
tiro de Epi y el Madrid vuelve a ponerse por delante después del 0-4 inicial.
El BarÇa parece perder fuelle y es
incapaz de frenar a Rogers, que con su peculiar mecánica se convierte en máximo
anotador del encuentro. Epi sigue sin anotar, llega además su cuarta falta.
Petrovic continua con su exhibición de tiros libres y los culés no encuentran
fluidez en ataque. Pero el partido está ahí a pesar de las sensaciones: 62-64
mediado el segundo tiempo.
Se suceden entonces las faltas.
Los dos equipos se meten en problemas con hasta siete jugadores a punto de ser
eliminados. Petrovic continua con el goteo de tiros libres, pero una canasta de
Costa y otra de Norris mantienen al BarÇa en el
encuentro. Hasta que llega el parcial que parece decisivo: un triple en carrera
de Drazen (celebrado con pataleo y
puños en alto), dos canastas seguidas de Rogers y un nuevo triple, esta vez de
Llorente, colocan al Madrid nueve arriba, 69-81. La final parece decantarse a
falta de cinco minutos.
Otro triple de Petrovic desata
los olés de los aficionados merengues, que ven cómo se acerca el primer título
de la temporada. Epi consigue su primera canasta en el segundo tiempo, ¿demasiado
tarde? El Barcelona presiona a toda cancha y Aíto pide tiempo muerto para
planear un último intento de remontada. En la reanudación vuelve anotar Epi, 76-85,
quedan 3:40 para el final. Hay tiempo. Y el Madrid quiere ayudar: pierde el
balón en campo propio y Llorente hace una falta intencionada que puede meter de
lleno al BarÇa en la final. Dos tiros
libres para Solozábal, casi infalible desde los 4´60. Falla el primero. El
público murmulla. Falla el segundo. Aún cuentan con posesión para seguir
recortando. Norris lo tiene, pero falla el mate y el balón sale despedido hacia
el medio del campo. Llega el balón a Crespo, el tres del equipo una vez
eliminado Jiménez. Está solo, pero falla de nuevo. Cuatro tiros seguidos errados
que parecen agotar las posibilidades blaugranas. Petrovic quiere sentenciar con
un triple, pero falla también, ante la mirada iracunda de su entrenador y de algún
compañero (imaginamos los pensamientos de Fernando Martín en aquel momento,
teniendo en cuenta el mutuo aprecio
que se profesaban). El partido está desatado, el público no puede permanecer
sentado. Costa penetra y pone al BarÇa a seis
a falta de dos minutos. Tiempo muerto de Aíto, que pone al equipo en zona. El
Madrid renuncia a atacar el aro en los siguientes ataques, se dedica a mover el
balón. El BarÇa no consigue anotar. Es
como si unos no quisieran sentenciar y los otros no supieran remontar. Llega la
canasta de Norris a falta de trece segundos, 81-85. Pero ya es tarde, ahora sí.
Tras un tiempo muerto de Lolo Sainz, se agotan los segundos sin que el
Barcelona se plantee siquiera hacer falta (eran otros tiempos). El Madrid era campeón
de Copa. Petrovic tenía su primer título (28 ptos, 15 de 17 en tiros libres). Y
la revancha del Pisuerga estaba consumada.ç
Meses después llegaría el
segundo título para el Madrid de Petrovic, en la mítica final de la Recopa
contra el Caserta de Oscar Schmidt, y
luego la derrota con el Barcelona en
la final de liga, que dejaba a los blancos sin triplete. Drazen no volvería a
jugar en la ACB. Se marchó de vacaciones a Portland y ya no volvió. Más
adelante llegaría el
accidente de Fernando Martín y arrancarían los años noventa
con George Karl, luego Sabonis, pero esa es otra historia. Esta termina con los interminables
brazos de Romay levantando orgulloso el trofeo en su tierra, con cuidado para
no golpear el techo del pabellón.